Tengo la impresión de llevar semanas hablando de literatura, lo que a mí me cansa mucho, pero como anteayer intervine en un lance sobre ello, en el que comencé atropellado y nervioso, no había leído nada del libro sobre el G 21 y tampoco conocía la obra de los autores, haré precisiones. Por eso que la sensación de intrusismo, ocupación ilícita, ilegitimidad me acompañara casi hasta el final.
No soy crítico literario, en lo que siguen insistiendo Ánghel por teléfono y Jesús por blog. No me gusta nada estar informado de muchas cosas, para empezar. En mi caso se trata de resistencia activa a estar informado (hago de ello una suerte de disciplina) y así ajeno, distante, fuera. En general es mucho más valioso estar fuera que dentro. Y siempre es mejor irse que llegar. Luego me falta la condición de posibilidad para poder ser crítico o algo que se lo parezca. Yo sobre autores, no sobre obras, puedo tener ideas literarias en casos muy limitados, que tiene que ver con valores culturales, con concepciones de la literatura y de la experiencia y el conocimiento humano. Estoy en contra de la crítica literaria tanto o más de lo que lo puedan estar Harold Bloom o Tzvetan Todorov, que ya es estar. La enseñanza de la literatura se ha convertido en enseñanza de crítica literaria, método y exégesis, cosa de hermeneutas multiculturalistas, las consabidas minorías raciales, sexuales, étnicas... erigidas en nuevos centros del mundo. Espacios y discursos de los que huir o combatir (como dice Maná). Nuevos axis mundi narcisistas. El aterrador binomio multiculturalismo/relativismo que pretende aniquilar todo lo que la vida tiene de misterio y espontaneidad, imponiendo la dimensión político administrativa de las cosas, cuyos hierofantes conocemos.
La mujer de anteayer en la librería
Como ya venía oyendo, y cientos de veces me ha contado Anghel, el reproche estúpido: por qué no hay mujeres en la G 21. En lugar de cortar de raíz la coacción a la autonomía de voluntad y a la libérrima iniciativa personal –en este país nos toman a las personas individuales por sectores de la administración, tal es el nivel de los celadores-, se entra en debates estúpidos como si eso fuera lo natural.
Es muy insoportable que esa ínfima parte de mujeres, que solo se representa a sí misma, de mentalidad burocrática -subsidiada pretendan, con esa visión literariamente tan prometedora, colonizar con cuotas y criterios político administrativos los mundo de la vida (y el mundo del arte). Además ignoran que también eso proviene de EE.UU. lo que todavía les hace menos interesantes.
EL líder de la G 21
El líder, como sabía, es Víctor Álamo de la Rosa. El alcance y solvencia de sus observaciones y comentarios, la manera de expresarse, su presencia, naturalidad, simpatía, libros, traducciones.
A Álamo tan solo hay que objetarle una cosa (así de crítico soy): su prologuista, el fabulador comprometido, valiente y osado en las sociedades libres, el estalinista vitalicio y testigo imperturbable y casi centenario de gulags, estasis, ceauccescus, castros, jemeres y de la máxima furia criminal que fue Saramago. Sin una palabra, una objeción, un llamamiento, ciego él mismo y sordo, silente, disimulando, el gran avalista con silencios y omisiones de paredones y cárceles. Ay, Saramago, una vida larga contra la libertad de los demás disfrutando, privilegiado tú, de ella.
Nunca olvidaré cuando el tirano Fidel Castro visitó Tenerife, allí en el Teide estaban Hermoso presidencial, el biólogo, el periodista… sirviéndole con sus hombros de bastón, riéndole todos las gracias al sátrapa, felices, abducidos, contagiados del embeleco del uniforme del gran padre todopoderoso. Ante el pistolón fálico, de rodillas, ávidos.
Saramago es un Celine del estalinismo, infinita, incomparablemente menor que aquel, que ha apoyado millones de crímenes a lo largo de su vida haciendo por taparlos, un clérigo de una dogmática de hierro y fuego como simple, que vivía millonario de hipócrita paladín de la moral con la solvencia ética de los de la Ceja, aprovechando a Haidar y causas comprometidas a dos pasos del chalet, sin haber escrito el fabulador una sola página a favor de la dignidad y libertad humanas. Algo más que repugnante. Y hay gente que estos compromisos tan rebeldes y las más chuscas puestas en escena de operetas solidarias y pantomimas comprometidas, valoran mucho y no es para menos
G21 literatura artesanal contra posmodernidad
La G 21 es obra que suma géneros, ya que se habla de madurez y géneros, de novelas y cuentos, de homologación literaria por fin, es decir que ya estamos recibiendo enorme información sobre el libro y los autores, desde varios lugares.
No puedo compartir la idea de los géneros literarios, el crítico literario se ha dedicado toda su vida a eludirlos, si se ha topado con ellos ha sido sin buscarlos. Nada de ciencia ficción, ni negra, ni policíaca… nunca he leído por entretenimiento -vivía cómodo entre fantasías y ensoñaciones-, sí por conocer y descubrir. O por vicio cuando era erótica.
Estas preferencias o gustos comportan también concepciones. Novelas o cuentos que no se puedan soltar, que es como salir a hombros. Esta concepción artesanal de la literatura, que es mucho más que novelas y cuentos tributarios del XIX, implica el ensalzamiento de los talleres artesanales: oficio, destrezas, técnica, método, el álgebra de cómo realizar la novela eficaz "que no se suelta", que se acopla instrumentalmente al fin querido, los matices y configuración de los personajes. Maniera, manierismo.
Esta literatura artesanal no se opone a artística, sino a la narratividad, y tiene su propia crítica o forma de crítica.
La narrativa no es la ficción, tienden a ser ahora los géneros híbridos. Todo puede ser narrativa, es lo que corresponde a un sujeto epocal descentrado, nómada, agujereado como un colador, perplejo, des-construído. A la artesanía literaria no la disolvió el experimentalismo de las vanguardias, sino la posmodernidad. Si la filosofía , los grandes sistemas totalizadores son narrativas abiertas, no géneros cerrados, cuánto más la literatura.
G 21 la persistencia canaria en las coordenadas simbólicas de la poesía
Se trata de la continuidad (nada se clausura e inaugura) de la poesía, como altar (y retablo) literario canario, por otros medios. La prosa es solo el medio, el marco simbólico e imaginario sigue siendo el de la poesía y los valores que la impulsan: ensimismamiento, placida lejanía del pulso de la vida actual, juegos y artificios confortables, ámbito cerrado y propio, centralidad del yo (lo haga en 1ª o 3ª persona) heurística hedonista dentro de imprescindibles reglas y el goce solipsista (pocas cosas tan poéticas). La refutación más radical de la posmodernidad. Sin una sola crisis ni un leve desgarro en un mundo en crisis. Las novelas y cuentos redondos y blindados, extraídos de la época y del entorno actual- mundo. Poesía e insularidad.
3 comentarios:
No sólo eres crítico literario, mal que te pese, y de los buenos, de los que uno aprende, sino también un poeta (de los que a mi me gusta leer). Siento decírtelo (es mejor que no lo sepas, sobre todo lo de poeta), pero hay que ir poniendo un poco de orden en este monturrio de ideas, ideítas, idezuelas y demás acontecimientos. Lo de la novela posmoderna, ya lo discutiremos.
No hay nada que discutir porque no hay novela posmoderna. Entiendo el anclaje en los manidos artículos de fé, en presupuestos y paradigmas de comnprensión del mundo decimonónicos, en catecismos.
Intentemos pensar no que la novela es aburrida, previsible y pasada de cocción , sino tratemos de imaginar que la narrativa no ha de ser novela, formulario, manierismo, receta, artificio artesanal, folletín, viejísimas historias. Lo mejor que haces, discutir sobre la eternidad de fórmulas fetasianas, la inmutabilidad, el mero paso del tiempo en el que reina la inmutabulidad y todos viene a ser contemporáneos de oficios artesanales, qué maravilla, ¿de qué ideítas hemos de hablar?
Narrativa es contar cosas, lo que hacían las criticonas en mi pueblo, a las que llamaban noveleras. Se enteraban de todo y luego lo contaban. Si la cosa duraba, se convertía en novela. El argumento lo daba la propia vida, y la destreza de la narradora, de la novelera. Había algunas, que mejor salir corriendo. Qué curioso, las transmisoras de realidades sincrónicas eran mujeres casi todas. A los hombres, si se atrevían, les tiraban tomates y huevos duros. Los pobres no podían levantar cabeza, las tenían llenas de ideitas, sin estilo, sin despreocupación. Lo de la novela posmoderna, ya lo invistigaré, y ya lo hablaremos, Dios mediante, cuando te desatures de literatura.
Lo de psicología individual también. El narrador de la flor y la m... vierte en un yo una psicología colectiva, en el caso del otro día: parte del público. Yo, el autor, sólo tengo que decir que G-21 es un libro con buenos cuentos, de ningún modo despreciable. En lo de "artesanal", ya sabes que te he robado el adjetivo.
Publicar un comentario