viernes, junio 24, 2011

The spanish teatralidad

Subía esta mañana por la plaza de la Candelaria  cuando he observado unas tiendas de campaña  ordenadas con geometría fija. Presentí que debía de tratarse de algún asunto relativo a África de tipo solidario,  hasta que me he percatado de que me hallaba ante un campamento   avanzado del movimiento 15 M. La primera sensación que he tenido ha sido el de hallarme ante un compendio de sensaciones veraniegas, las propias  de un camping en tierra adentro, por ejemplo en Burgos, la tranquilidad bajo la solana, la siesta, el asueto sin propósito, la divagación, el espíritu  laxo, la morosidad y el veraneo, las moscas, ya que en el campamento de vanguardia no había personal, solo unos adolescentes sentados en  un banco.

Tianamen, Tatelolco, Odeon.
Se me había borrado la más mínima sensación de espacio público. Espacio público y acción política, que es cuando el espacio se hace público, antes  muy al contrario  aquel ámbito devenía  vecinal, doméstico, domesticado, amable, decorativo, conocido, administrativo, sanitario, regulado, para oficialista.
Lo digo porque yo ocupé en  bastantes ocasiones el espacio público/político, y éste era tal, todo menos doméstico, sino desafiante, lugar de lucha y envite, la transgresión  aplastante, estabas netamente frente el poder. Todo era real, nada simulacro, nada decorado. Nadie te buscaba para “dialogar” y aprender de ti tratándote de catedrático o más, o fotografiarse contigo.
Se ocupa el espacio público con la adrenalina desbordada, con conciencia de riesgo, de hito histórico, de momentos densos e  irrepetibles o, de forma parecida, se asaltan los supermercados en Argentina u otros lugares.
Pienso en lo que dirían egipcios, tunecinos,  libios, sirios, yemeníes si vieran el gran simulacro posmoderno, la irrealidad, la representación sin ambages, la pura estética insurreccional…
En realidad este arrebato posmoderno por el que todo resulta débil, líquido, simulado, caracterizado,  es una fabulosa mentira a la altura de la época. La posmodernidad ya había sido entronizada en las artes,  la cultura, el pensamiento pero faltaba la plasticidad absoluta, el gran artefacto teatral en los movimientos de masas y “la  disidencia”.
Me perdí la manifestación del domingo pasado ¿cómo dijeron que fue: proletaria, burguesa, revolucionaria, burocrática, interpartidista, populista posmoderna,  chicle, light, sensitiva, difusa, plastilina…?
No se perdona a ZP que el mundo del doble simulacro haya fracasado. Ahora se expresa la comunión que hubo con las promesas adolescentes y los inventos: alianzas de civilizaciones ( a cargo de todo un pensador), nación de naciones, barricadas e insurrección antifranquista, regalos a la ciudadanía y enorme  pedagogía  para los adultos para hacernos morales, o sea progresistas.
La teatralidad de la protesta radica en su carácter gubernamental… retroactivo .
¡Vivan los países emergentes y el internacionalismo proletario!

1 comentario:

Javier Mérida dijo...

Hay un gran problema en España, que es el síndrome del "desinfle", si se puede llamar así. Si bien, de un modo u otro, lo tan a flor de piel que está todo cristaliza en enfermizo carácter ibérico de instalarse en la queja y la ciega y desacreditada fe en que los cauces mediante los cuales esa disconformidad es canalizada son realmente eficientes, después resulta en la realidad no serlo; tan sólo alivia la conciencia incorregible y absolutamente autocomplaciente del "bueno, por los menos hice algo por", pernicioso y altamente peligroso para cualquier embrión de progreso.

Propuestas, sí, las que quieran. Pero pónganle un motor. Si no todo se estanca y queda empozado en este inmenso lago de agua de borrajas a donde vienen a parar todas las furias no consumadas. El pecado nacional de este país no es la envidia; es el conformismo.