Tianamen, Tatelolco, Odeon.
Se me había borrado la más mínima sensación de espacio público. Espacio público y acción política, que es cuando el espacio se hace público, antes muy al contrario aquel ámbito devenía vecinal, doméstico, domesticado, amable, decorativo, conocido, administrativo, sanitario, regulado, para oficialista.
Lo digo porque yo ocupé en bastantes ocasiones el espacio público/político, y éste era tal, todo menos doméstico, sino desafiante, lugar de lucha y envite, la transgresión aplastante, estabas netamente frente el poder. Todo era real, nada simulacro, nada decorado. Nadie te buscaba para “dialogar” y aprender de ti tratándote de catedrático o más, o fotografiarse contigo.
Se ocupa el espacio público con la adrenalina desbordada, con conciencia de riesgo, de hito histórico, de momentos densos e irrepetibles o, de forma parecida, se asaltan los supermercados en Argentina u otros lugares.
Pienso en lo que dirían egipcios, tunecinos, libios, sirios, yemeníes si vieran el gran simulacro posmoderno, la irrealidad, la representación sin ambages, la pura estética insurreccional…
En realidad este arrebato posmoderno por el que todo resulta débil, líquido, simulado, caracterizado, es una fabulosa mentira a la altura de la época. La posmodernidad ya había sido entronizada en las artes, la cultura, el pensamiento pero faltaba la plasticidad absoluta, el gran artefacto teatral en los movimientos de masas y “la disidencia”.
Me perdí la manifestación del domingo pasado ¿cómo dijeron que fue: proletaria, burguesa, revolucionaria, burocrática, interpartidista, populista posmoderna, chicle, light, sensitiva, difusa, plastilina…?
No se perdona a ZP que el mundo del doble simulacro haya fracasado. Ahora se expresa la comunión que hubo con las promesas adolescentes y los inventos: alianzas de civilizaciones ( a cargo de todo un pensador), nación de naciones, barricadas e insurrección antifranquista, regalos a la ciudadanía y enorme pedagogía para los adultos para hacernos morales, o sea progresistas.
La teatralidad de la protesta radica en su carácter gubernamental… retroactivo .
¡Vivan los países emergentes y el internacionalismo proletario!
1 comentario:
Hay un gran problema en España, que es el síndrome del "desinfle", si se puede llamar así. Si bien, de un modo u otro, lo tan a flor de piel que está todo cristaliza en enfermizo carácter ibérico de instalarse en la queja y la ciega y desacreditada fe en que los cauces mediante los cuales esa disconformidad es canalizada son realmente eficientes, después resulta en la realidad no serlo; tan sólo alivia la conciencia incorregible y absolutamente autocomplaciente del "bueno, por los menos hice algo por", pernicioso y altamente peligroso para cualquier embrión de progreso.
Propuestas, sí, las que quieran. Pero pónganle un motor. Si no todo se estanca y queda empozado en este inmenso lago de agua de borrajas a donde vienen a parar todas las furias no consumadas. El pecado nacional de este país no es la envidia; es el conformismo.
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