Lo lógico hubiera sido que pasara una parte al menos del fin de semana hojeando sobre Israel (a lo que se ve todo va solo, si es que va), sin embargo lo he dedicado al Sáhara. En Bilbao compré 2,6 cm de libros sobre el Sáhara y el martes me estaban esperando otros 0,9 cm; total: 3,5. En otro estante ya. No son todos sobre el Sáhara sino también sobre Marruecos, como su breve historia, que era uno de ellos. De Mauritania es casi imposible encontrar algo.
Uno de estos libros contenía un dato muy apetecido por mí: un mapa con la ubicación geográfica de las tribus saharauis. Yo por mi cuenta ya había dibujado mapas donde las tenía más o menos situadas. Venían a coincidir.
El mapa adolece al menos de dos insuficiencias importantes, constriñe las tribus al mapa político -colonial del Sáhara occidental, una frontera dibujada tras el Congreso de Berlín por los tratados hispano franceses que jamás podrá (salvo que obviemos el colonialismo) contener las fronteras naturales de los saharauis o saharianos, y no aparecía una tribu de la importancia (faltaban otras muchas) de los Ulad Bu Sbaa. Tribu chorfa. Una foto me ha permitido ver en toda su grandiosidad el Seguia al Hamra, cauce seco del que ya conozco los lugares por donde vadearlo. Es una honda incisión que va del Atlántico hasta dejar atrás, hacia el este, Smara.
Una periodista, que realizó un documental y escribió un libro sobre el Sahara, cuenta que en unas jornadas sobre África celebradas en la Casa encendida de Madrid, apenas asistió nadie a las sesiones sobre los diferentes países hasta que llegó el turno del Sáhara, que se llenó.
Esta periodista, tan dedicada al Sáhara, quedó amargamente sorprendida por la ignorancia olímpica que demostraban tantos simpatizantes (sin ningún propósito de enmienda, por lo demás) por el objeto de su devoción, así como de los prejuicios y falsos lugares comunes que poseían. Había descubierto Marte.
La explicación compartida
Ahora todo el mundo tiene una opinión formada, que curiosamente siempre se trata de la misma versión, la misma imputación, un mismo fallo y explicación cerrada con un eslogan, apotegma o logomaquia para cada cuestión. ¡Dios mío, otra vez! ¿Dónde he podido oír tanta originalidad y pensamiento propio? De cada cosa hay un relato canónico, siempre de naturaleza moral, nunca objetiva, analítica y científica, y abierta, donde puedan darse cita la inteligencia, la creatividad, la imaginación y el conocimiento. Todas las veces versan sobre el bien enfrentado al mal. No hay asunto que no responda a este esquema subnormal. Tras casi un decenio de sectarismo, maniqueísmo medieval y lucha final antifascista y demás simulacros, a cargo del gran guía adolescente.
Así de la crisis hay una explicación que ilumina moralmente el pasado –es fundamental en el único relato en circulación y que se ha impuesto, el tajo limpio de la espada que secciona del mal el bien-, se cierra y clausura el futuro de presupuestos analíticos de causas y contextos, de factores objetivos. De marco de realidad y de posible acción. El dictamen oficialista y único se sacia en su relato y consecuencia cerrada, en la explicación de los factores morales en juego, magníficamente a posteriori. Entre la fábula y la alegoría. Con abstracciones dignas de magos y taumaturgos como Mercados y Política, magníficos guiñoles que simbolizan el bien y el mal. A ver si cuela, y cuela. Los planes de pensiones de Méndez y Toxo y compañeros, tanto los sociales como los privados que tengan, son todos Mercado, fondos de inversión gestionados por razones de rentabilidad por grandes Broker, en cuyas manos reside la extrema movilidad de los grandes capitales. Hasta yo participo, por mi corporación, en el mercado, no así en la política, gracias. Es factible conocer un poco los mercados y la deuda, antes de oponerles el crucifijo. Qué simbólico, es lo que acontece de manera religiosa.
La moralidad como estética: un moralismo infantil
Estas narrativas entecas tienen origen, elaborador, difusores, quórum y se inscriben en el Mainstream que ha expandido el inteligente y riguroso cuerpo teórico de ZP y adláteres. Lo que vale es la buena intención, el propósito, la alegría irresponsable, la manifestación. Esto es una cuestión de expresión, de forma, del valor de la apariencia (la mirada limpia, la sinceridad más irresponsable y tranquilizadora), por tanto rigurosamente estética. Existió la crítica y la razón, el conocimiento objetivo, pero ya no.
Por eso los indignados son hijos defraudados de Zapatero, recién regresados de Marte donde residían abúlicos, en súplica de una segunda oportunidad y la garantía de un mundo ausente y feliz. ¿No se han fijado en lo bello y bueno de su intención, el propósito, la manifestación, sus desvelos? Era casi científico que tras casi un decenio de demolición de la razón por nuestra socialdemocracia, la infantilización de la sociedad siguiera los modelos más naturales. Que le pregunten al PNV por Bildu, si no.