sábado, enero 05, 2019

Navidad, una fecha para la imprecación familiar

Escribí para la feliz navidad, pero vicisitudes olvidadas me impidieron dar a "publicar" por lo que quedó en este trastero que ahora retomo para reescribirlo y cambiar el título que quedó ya extemporáneo.
 Quitando la familia nuclear o celular, el resto de la familia es familia, lo que te vino dado, es sobre todo el referente de todo lo que tu dejaste atrás y sirve para comprobar cómo uno se forma, crece y descubre el mundo y así mismo saliendo de ella. Como leo últimamente a Savater, la familia, los profesores  y la educación están llamados a ser superados, trascendidos y dejados atrás  al salir en búsqueda de tu propia vida afuera. O sea: desaparecer de la experiencia personal activa, inaugural.  Cierto que creas tu propia familia pero antes has configurado tu propia vida, tu  campo de experiencia individual directa, no mediada, ni interferida, ni remotamente condicionada. La familia no evoluciona o muy poco y siempre es lo antiguo, una determinada visión del mundo y un anclaje,  un reparto de papeles cincelados en roca en muchísimos casos.
No he conocido a ninguna familia mínimamente  interesante que viva frecuentemente junta, con esas visitas a diario, semanal o mensualmente, porque es la forma de mantener siempre encendido el fuego del viejo hogar: sus cuentos y mitologías siempre torpes y desenfocados, modelos raídos, actitudes incisivas pendientes, sus gracias, leyendas y más y más de lo mismo. Donde  rige tiránicamente la familia en su condición castrante y disciplinaria simbólicamente, con los nombres de cuando niño, los a prioris de siempre, los mismos relatos ya mitificados, las imágenes de familia archisabidas, que el mundo que has creado las  ha desechado. Por indebidas todas y absurdas.
Hemos visto en 2018  a nuestros hijos que viven en Washington todo el tiempo en que no están viajando,  en 7 ocasiones: 5 en España, una en EE.UU., ahora  en Oporto y si ampliáramos el año a los días previos a diciembre de 2017, otra en Londres: 8. Hablamos por teléfono una vez cada 10 días o así, guasapeamos más.
No vienen a comer los domingos, afortunadamente –no soy capaz de ponerme en el lugar de quien tiene cuñados y esas vicisitudes que puede  malocurrir en la vida. Estamos muy bien solos. Pero sucede que siempre estamos locos por encontrarles y estar con ellos. Vamos juntos por ahí, y lo pasamos muy bien pero no porque seamos familia, sino a su pesar: los cuatro tenemos mucho sentido del humor, somos algo cultos -tampoco demasiado-, leemos poco pero compramos libros, hablamos de política, literatura o arte -sí, para qué mentir, aunque sea de forma prosaica-, ellos muy viajados, y nos gusta biencuidarnos mucho. ¿Apologético?: Pues: verdad.
Mi hija política sibilinamente  -sibilino. (Del lat. sibylla, y este del gr. σίβυλλα). 1. f. Mujer sabia a quien los antiguos atribuyeron espíritu profético- me documenta de  la cultura y política americana, que sabe  me interesa.
A ella le debo dos experiencias impagables: Cristopher Hitchens (de quien sabía de oídas) y Cormac Mcarthy, ya que después me sumergí en sus obras. También me trajo la biografía del marido de Michele, Barack,  Saunders y otros  

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