El viernes 24 de enero cuando estábamos descendiendo para aterrizar en Málaga nos impactó un rayo. Con todo el terror que tuve a los aviones, esta vez mostré mi más absoluta indiferencia por el golpe, como de carga hueca y la "iluminotecnia" de blanco puro e intenso, que desplegó. Me preguntó un taxista de Mijas si hizo algún extraño el avión -ni que fuera un caballo- , pues no hizo nada, siguieron poderosos los motores Rolls Royce del avión en su rotar. Todos dijeron "¡un rayo!" y el comandante de la nave no hizo comentario alguno, al de unos minutos, al aterrizar, el pasaje le ofreció unos aplausos un tanto protocolarios y tibios. Yo me abstuve.
Pregunté a mis hijos que ya estaban en Málaga si les había pasado alguna vez a ellos que han dado más de una vuelta al mundo en avión, y no les había ocurrido. Así de prosaicos son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario