He leído bastantes libros de la Revolución de Octubre, el año pasado, a su centenario, al menos tres. Este es el mejor. Rastrea por autores fundamentales: Netchaev, Herzen, Blanqui, Martov, Plejanov, la creación del partido comunista francés de Souvarine, amigo de Lenin. Es con diferencia el más interesante que he leído. Se entiende el odio de los pobres progres a Jiménez Losantos. He conocido a bastantes intelectuales de izquierda, además desde muy joven. Losantos está en el nivel más alto, pero supera a todos lo demás en una cosa y es en que toca todos los palos en que debiera penetrar un intelectual que se inauguró de izquierda ,que va abriéndose a experiencias y lecturas pioneras y movimientos culturales esenciales en los que ocupa un lugar muy destacado: desde el psicoanálisis lacaniano de Oscar Masotta al arte contemporáneo participando con Grau, Broto y Rubio en muchas iniciativas vanguardistas. Su frecuentación del ambiente gay en Barcelona franquista, la clandestinidad comunista, la vanguardia otra vez contra el totalitarismo nacionalista. Ningún intelectual posee ese acervo de conocimiento pero también de vida.
Son tantos los mundos intelectuales y vitales de Losantos, unido a su inteligencia y potencia intelectual que los progres, necesariamente han de odiarlo. Empezó con ellos y se fueron a polos opuestos, a una icompatibilidad objetiva.
También he conocido demasiados progres, anodinos, ignorantes, inmensos mediocres, cobardes, miserables, yendo de algo toda la vida, siempre aparentando, encima menudencias estúpidas.
Estos 4 libros los compré el jueves, que cuadro magnífico, como el primer relato leído
Liebe Graf, jovial y talentoso; añadiría humorístico si no
debiera ese tratamiento en exclusiva a mi hermano, el profesor, pero cuente reconocida
mi alta estima en considerarle también acreedor de tal título, sin duda el
máximo y más celebrado en el trato con
los demás, del que su ya viejo amigo, digamos el interfecto, y afín en esa selecta burbuja de caballeros
expertos de larga data y prestigio, a modo de alta y restringida sociedad aristocrática, no solo no llega a estar
mansamente dotado y orondo, sino abusivamente ayuno y enflaquecido. El rigor y la
seriedad, divisas que presiden su proyección (de él), incluso post morten y acceso
a la leyenda que omitiré (no vaya a ser interceptada esta misiva) y que le ha conferido una personalidad enfebrecida,
que odia la banalidad y el sinsentido, lo mundano y divertido, la gratuidad de
lo más placentero. Pobre animal airado.
Me he vuelto africanista y a honra
Compruebo que en mi
anterior misiva no me entretuve en andanadas a locas en las que siempre su réplica fuera “agua” y nunca
“hundido”. En la ocasión ha sido el
segundo término el alcanzado. Y "hundido". El interfecto según su narrativa
resulta un ser de dotes poco comunes y apenas inmanentes a mortales; no es presencia
sino trasmundo, ni entidad fenomenológica
sino rastro de emanación. Acaso huella cósmica ¿Tan lejos pretende
llegar? Es evidente después de tanto prodigarse sobre él, con la sutileza de permitirse una
disección quirúrgica de fundamentación
netamente teológica, entre sustancia, emanación, aura y la lamentable y
corrupta materia, que usted redime
en corporeidad, término con el que trató
de rebajarle de toda dimensión metafísica, seguramente como ardid de desmarque
y disimulo, de una emotiva e irreprimible admiración correspondida por usted.
Aunque no le haya acompañado el éxito en la transfiguración.
Houellbecq siempre es Houellebecq.
Lo que sí merece reproche es que usted haga alusión a una ¡boutique!: pero usted ¿sabe lo que dice? Es
igual de sacrílego la ofensa al cáliz y el sagrario, que a dependencias con
funciones ungidas y vividas con pareja sacralidad. ¿Boutique? ¿Qué quiere decir? ¿a qué se refiere?: ¿al tráfico mercantil,
a la compraventa y el comercio, a la ganancia y el capital?
Es usted muy injusto con esa su amistad de años nutrida de cuitas, confidencias, complicidades e
intercambios. Al parecer no ha dado la debida importancia, para el caso que haya
reparado en ello, a que esas placenteras
sustracciones a obligaciones tediosas
e ingratas, por medio del afán cultural, siempre las propiciaba él, buscando su
información, su elevado entender y definitivo criterio.
Acaso ¿no es capaz de ver la frenética admiración y
seguimiento que suscita en él?
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