viernes, octubre 10, 2014

Pensar el odio

Cuánto más asesinos sean, más justificado estará su  propio odio

No conozco a  ningún autor u obra que haya pensado el odio, ni antiguamente ni ahora.
No tengo nada contra el odio individual, pasional, ciego, enfermo, paroxístico. Es muy interesante, es humano y constitutivo de la personalidad. Es una pulsión o afecto  fundamental en el ser humano, este sería incomprensible sin el odio exactamente igual que despojado del sentimiento de amor.
Lo que no soporto es el odio social, político, colectivo: el odio de la masa.
Otra de las pérdidas que debemos anotar en la posmodernidad y con su relativismo es el exilio del psicoanálisis. Hay comprensiones que no son posibles fuera del psicoanálisis. Por ejemplo la sublimación.
Decía Freud que la sublimación -la reorientación de las pulsiones  fuera de sus verdaderos destinatarios o fines- permite hacer socialmente aceptable lo que dirigido a  su objeto o a su destinatario  natural, sería inaceptable y merecedor de reproche. Pero en las redes, las calles o las gradas el mayor odio desencadenado, ebrio de su propio empuje será tratado únicamente  por su espuma política o sociológica.
Así es posible odiar a la Iglesia más que a la Bolsa, a Israel mucho más que a los que ahorcan  gays. Estos odios a distancia, impersonales, abstractos  -es un afecto básico del hombre y por tanto personal por naturaleza, por eso la sublimación lo dirige hacía empresas "éticas"- son interesantísimos, aunque espeluznantes.
Los nazis no odiaban, obedecían  a órdenes y prejuicios, y actuaban con eficacia industrial.
Quién es más agresivo ¿lo es más el que participa en un rito popular haciendo sufrir a  un  toro, o el animalista que se revienta las venas del cuello inflamadas de la pasión que le desborda, o que se lanza de cabeza al vehículo que transporta a Excalibur-viva España?
Las personas en las que he visto dibujarse el odio en sus rostros, además con furia extrema en su evidencia fisiognómica   han sido a pacifistas y animalistas. Les mueve el odio, y no el amor, -el odio es tronante y exhibicionista, el amor muy discreto y  silencioso: misioneros, Médicos sin fronteras- los animalistas odian a los humanos; como los antitaurinos celebran las cogidas, los pacifistas celebran los muertos de los ejércitos que deciden deben parar, que siempre es uno de los contendientes.
La agresividad, la competitividad, y superación son valiosas siempre, si  se subliman y se dirigen al deporte, estudio, hacerse rico… a fines individuales.
El odio en España se vende en las orillas de las carreteras del sur como los melones en verano, y tiene una coloración política. Me encantaría  leer  algún estudio específico del odio político.
Estas cosas no tienen interés para nadie, pero está dominando en derredor.

No hay comentarios: