Cuervo Herar que se encargó de la dirigencia de la programazao en dos ocasiones –el Magnate estaba columbrando sobre cuál podría ser el género más idóneo al que adscribir una novela sobre el Castillo de Saint Andrews y la Unipol, hasta colegir que solo cabría ser romántica y sobre un eje de niños que se han mirado ardientes por primera vez -intentó disciplinarnos, entregándonos unos protocolos sobre cómo actuar ante los oyentes literarios y cultos que nos escuchan con las orejas tiesas, como setter irlandeses. Evidentemente mi hermano y yo arrojamos a una papelera los protocolos – no pensando que serían los de los siete sabios de Sión, el mezquino libelo contra el judaísmo- que Ramón Herar Cuervo pretendía como pedagogía para el tertuliano indisciplinado que se ríe de sí mismo y va a divertirse antes, durante y después de la programazao. Herar Cuervo intentó utilizarnos de conejillos de indias en su programa de acendrado rigor -estaba dando un disimulado golpe de estado para usurpar al Magnate su programazao de perfiles ácratas rebeldes con repuntes líricos- conforme a concepciones pautistas, tayloristas, estajonovistas, jesuíticas. El típico programa que exudaría moral y rigor paracientífico en la igualación literaria que nivela por arriba como si tal cosa, y a su resultas poder hacer mucho amigos.
No conforme con esto publicó dos post en su blog chamuscado contra mi hermano, como un billarista, que me diera en el recorrido a mí. Le respondí con unos 15.000 caracteres de prosa de infantería y marrullera.
Le llamé a mi hermano “nos ha afrentado Ramón Herar Cuervo, y dejamos la radio y pedimos un martes para poder actuar nosotros muy al margen de literaturas y bobadas afines”. Mi hermano que cultiva como atributo de recámara el desprecio, se me puso monjil.”No nos ha vilipendiado, el día que eso ocurra nos vamos”.
Debo reconocer que a mí no me desagrada la guerra en general y mucho menos las que siento con toda intensidad debo desencadenar, ya que mi furia, encono, pulsión tam tam es un Orinoco que busca el océano con ímpetu agónico.
Lo mismo que cuando a raíz del incidente en el bar de la ignominia, le saque al Magnate de mis links con Ramón Herar Cuervo no he podido pugilizar. Imposible, sonríen, filosofan y te quitan toda la importancia haciéndore creer que el extremismo no es más que subjetividad. Es canario y un canario es alguien con el que es imposible enemistarte, lo que deforma el equilibrio y la organización psíquica personal, de genética y antropología montaraz, muy airada expresión y torva mirada.Después de la programazao de ayer nos fuimos de tragos por la zona cosmopolita de Tijuana, en el lado opuesto al bar de la ignominia.
2 comentarios:
A ver si es verdad y cambian el agua de la bañera, y de camino le damos una mano de pintura al barquito de hojalata. Por lo demás, no sé si llamar a un cura para que exorcice el lado de la ignominia. Gracias al duelo, escribiste un relato orinoco, por el que navegó la cólera de Aguirre. Demasiada paz adormece el espíritu.
Ayer la magia tijuanera volvió a brotar, a Jesús gracias, con su improvisado cuento partiendo de lo garabateado por Marcelino. Pura magia, sí señor. Marcelino excelente complemento, tendría que repetir. Y el resto... también, qué cojones, terminé hablando del origen del lenguaje en nuestros ancestros con Víctor y de Cataño con JMª ya con varias CCC encima. ¡Y sin cenar sólido! yo, que todavía me quedaban 80 km de regreso. En fin, pura magia y sin saber muy bien el porqué. De eso se trata; el territorio sin ley pero Jesús blandiendo la batuta, ¡sin sustitutos!
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