domingo, abril 22, 2018

La marcha por el desierto

On the road
Presenta en el Coloquio Internacional de El Aaiún
Llevo varios días en territorio español. En  Mijas y Fuengirola
E. no quiere tanta foto en guasap, porque según él las remito de 21 en 21, y sí  textos. Ha sido otra cura. He tenido tres curas, la más preocupante la del alcohol. Viví con verdadera aprensión que sería capaz de dejar el alcohol por mero olvido. El otro día tras abandonar la universidad de Rabat y cuando pasadas las 7 de la tarde en la Avenida Mohamed  V, Clara  me señaló  enfrente Casa José de Rabat -al de  Casablanca  íbamos casi a diario-, fue entonces, a esa hora cuando recordé que no había tomado ni una sola cerveza en lo que llevaba de día -y eso que estaba feliz y celebrativo-, cuando ya la noche anunciaba cernirse sobre nosotros sin mayores dilaciones.
La otra cura ha sido nulla línea de blog, no me he encontrado  en ningún  momento pensando en el blog. Como ya vivía mi propio  y singular acontecer, radicalmente desacostumbrado, no era preciso cartografiarlo y sacarlo. Cuando vives no aparece el blog. Tú eres el blog. Sobran testigos, lectores, seguidores, curiosos. Tú mismo con un poco guasap ya tienes suficiente. Sí he provocado, lacerado y me entrometido con los intelectuales de Mácaros: uno estaba en la Ópera de Nueva York y otro en la de Viena. Como dos oligarcas rusos, Mucho nivel, altura, latitud, globo sonda, gas helio por lo que me he visto impelido a insultarlos, llamarles pijos y cosas por el estilo, todas merecidas, mientras yo en el imaginario no distaba demasiado de tener que  arrear a los dromedarios. Ahora a cuenta de  mi destemplanzas contra  la ópera se han vuelto islamófobos, por mi. Los operísticos no son más que gente con abrigo que van donde pueden ponérselo. Tienen mucha sensibilidad
Mis compañeros expedicionarios, después del Coloquio Internacional han sido un exdiplomático marroquí, escritor,  y la joven e influyente politóloga colombiana, que ha escrito el prólogo de mi último libro, Clara Riveros, con la que he hecho muy buenas migas, mucho tiempo juntos sin un solo problema de nada. Al revés, bastantes bromas y claves compartidas.
Coger de noche el tren en la estación central de Rabat para regresar a Casablanca fue una experiencia, mejor dicho evocación, de juventud, cuando andabas de noche por las estaciones a verlas venir.
La tercera cura ha sido no saber absolutamente nada de España. El diplomático marroquí que vive retirado en Málaga a veces contaba algo que enseguida desconectaba.
La experiencia más fuerte supongo fue las 5 noches en Dakhla. Era el único europeo del hotel. Mis compañeros lamentaban que las autoridades que nos habían pagado el viaje -nos llevaron desde El Aaiún en coche, casi 600 km- no nos recibieran ni nos enseñaran logros sociales, económicos, educativos. La víspera de irnos al fin nos recibieron. No tenía mucho interés, había conocido a dos pescadores, un portugués alcohólico y un gallego. Tiempo endiablado el de Dakhla.


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