sábado, mayo 10, 2014

Hablar de la literatura canaria


Desde que mi libro comenzó a coger un rumbo,  a dibujarse sus líneas maestras y a saber  yo cuál sería mi aportación, enseguida me encontré con unos interlocutores con los que dialogar y debatir sobre literatura canaria.
Eran los mismos autores que la habían estudiado y que yo ahora estaba leyendo, por fin tenía un espacio de encuentro, interpelación, de discrepancias tras las enseñanzas provechosas que venía recibiendo. Pronto compruebo quienes son los destinatarios de lo que estoy escribiendo, a que debates me puedo incorporar, que ideas confrontar; se trata  preferentemente de los profesores y catedráticos de literatura (canaria o no). No perteneciendo a la Universidad es un poco osado elegir esos interlocutores, pero eso era lo que estaba haciendo,  estaba escribiendo bajo una interacción muy sugestiva y enriquecedora. Me asentaba como en todos los estudios  críticos  en una tradición,   a través de  unos autores que me guiaban y con los que reflexionaba. Aunque no solo trabajos críticos sino también de ficción.
Curiosamente en los dos últimos capítulos del libro sobre  el momento socioliterario de Canarias, desparece el mantel de la mesa y no hay interlocutores. No habrá ni doctorandos que prueben adentrarse en El Dorado que supone el tema. Habrá complicidades, algunas, pero ningún seguimiento por el camino mostrado. Lo sé.
Tan férrea, oficiosa, parainstitucional esa unanimidad de lamentos  y delirios, esa sorprendente  combinación de depresión,  brote psicótico, y baja forma. Aquí sí que no hay nada que hablar.

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