Manolo Suárez y Reynaldo Posadas firman conjuntamente este texto sobre el libro Canarias, diversos nacionalismos, que será presentado los días 2 y 9 de julio en la libreria cafetería Al faro de La Laguna y en la Discoteca El Faro Chill Art de Adeje Costa- Torviscas, a las 20 horas.
José María Lizundia: Merodeador de ultraperiferias
En su larga travesía desde sus originarias posiciones abertzales a José María Lizundia siempre le ha guiado la furia, la fuerza incontenible del converso. Sin embargo, como en el resto de su ya más que respetable obra literaria y ensayística, su lúcida visceralidad se agota en el propio impulso creador entregándonos a cambio una disección metódica del nacionalismo canario en la que sus pretendidos fundamentos son refutados por las únicas vías de la razón y el argumento científico.
Dejando atrás la sociedad cerrada y moralista de su Bilbao natal, en la que el peso de lo colectivo y lo tribal sentaban las bases de un nacionalismo ideológicamente bullente y combativo, el autor se afinca en los años ochenta en las islas asistiendo al tímido nacimiento del nacionalismo canario en un marco que necesariamente habría de segar su desarrollo, un hábitat sorprendente en el que la apertura mental, la sensualidad y el mestizaje contrastaban con una “escasa proclividad al mundo de las ideas”.
Situada la perspectiva, el autor se ocupa inicialmente de las figuras que el nacionalismo canario ha elevado al carácter de fundacionales, resaltando la debilidad de las mismas para validar un discurso nacionalista de masas, tanto por falta de un corpus ideológico estructurado y dispersión de propósitos (caso de Secundino Delgado) como por estar más cerca del regionalismo o de un nacionalismo sentimental que de un auténtico nacionalismo político (Nicolás Estévanez).
Un incisivo análisis del poema “Canarias” de este último desvela la ausencia en el mismo de las notas que definen el mismo concepto de nacionalismo: el pueblo, el volk de los nacionalistas alemanes, no comparece en el paisaje sin figuras del poema, del mismo modo que no están presentes la historia o, significadamente, el mito.
Proyectando esta suma de ausencias del poema hacia el propio nacionalismo canario que lo ha tomado como epítome, se nos presenta un panorama igualmente desértico, en el que en vano buscaremos la tradición, las élites intelectuales, el sustrato ideológico o el factor étnico del lenguaje.
En efecto, el almendro de don Nicolás (“de dulce, fresca e inolvidable sombra”) es una sentida evocación romántica de la tierra perdida sobredimensionada por la distancia pero, en su condición de experiencia íntima, la obra nos demuestra que está más cerca del limonero que maduraba en el huerto de la infancia de Machado que del roble sagrado a cuyo pie el druida convocaba a los espíritus ancestrales.
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Los diversos nacionalismos a los que se refiere el título van desfilando y desvaneciéndose a medida que el foco implacable del autor los revela en su desnuda esencia.
Por un lado comparece el independentismo, tanto la utopía de base étnica de Cubillo como el adecuadamente denominado nacionalismo rentista, gestado en clubs por una clase languideciente y crepuscular que ve la oportunidad de recuperar las antiguas posiciones esta vez desde la orilla opuesta, ambos jugándoselo todo a la carta del colonialismo.
La fuerza coactiva del argumento termina por arrinconar a ese colonialismo anacrónico al que estos movimientos se apuntan con un retraso que el autor califica de conmovedor, no sin antes denunciar la paradójica necesidad del mismo de buscar una legitimidad simbólica en otras entidades superiores (el continente africano, principalmente) lo que, en el fondo, viene a suponer un involuntario reconocimiento de la insuficiencia del marco archipiélagico para fundamentar la identidad nacional soñada.
Por otro lado tenemos al que el autor califica de nacionalismo lucrativo, inventado sobre la marcha por grupos de interés, que tras agotar sus excusas nos muestra simplemente a una oligarquía territorial tratando desesperadamente de perpetuar sus posibilidades de negocio.
Frente a todos ellos, el nacionalismo cultural se antoja como única manifestación plausible del hecho diferencial entendido como forma de ser y estar en el mundo pero sin que el espíritu (en su acepción puramente herderiana) quede encerrado en un corsé político.
Desde su privilegiada posición de peninsular arraigado en las islas, José María Lizundia nos ha entregado una obra que, pese a su brevedad, está llamada a convertirse en referencial. Cualquier estudio serio sobre la materia que pretenda defender tesis contrarias no puede ya eludir su existencia y deberá necesariamente sortear los imponentes obstáculos que esta obra ha plantado en un camino por el que el nacionalismo canario transita afantasmado como un personaje de Pirandello, dolorosamente consciente de su irrealidad.
3 comentarios:
Nuestro querido Oktaviansky, como siempre, brillante!!!.
Un beso a los dos:
R.W.G south-blondie-blue.
P.D: Nada que decir del Maestro en la Montaña de Taco.... Sublime...
Texto de gran interés que te refleja y refleja tus volcánicas reflexiones. Necesito leer tu nuevo libro con el sobreagregado interés de quien te lee tutti i giorni. En esas fechas estoy en Barcelona.¡Felicidades!
Escolti, y es que el Manolo Suares es forense, o qué oh? Ha diseccionat el libro del Lisundia de "cab a rab". Adeu.
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