Opinión
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA ZAMALLOA
¿Tiene Israel derecho a la defensa?
El brutal ataque israelí contra objetivos políticos, militares, logísticos e infraestructuras de Hamás en Gaza no puede detenerse en el impacto emocional que provocan las sangrientas imágenes de televisión, sino avanzar en la intelección de causas y hechos que han provocado el castigo militar a la fuerza también militar de Hamás: 17.000 hombres con la población civil como escudo humano. Pese a la ambiciosa y minuciosa selección de objetivos por los israelíes, no son pocas las víctimas civiles producidas. Aunque los daños colaterales son objeto de desprecio y burla -a lo que no es nada ajeno que los Estados Unidos realicen esfuerzos considerables por no causarlos y ellos los pusieran de moda-, como si vinieran a ser una falsedad o algo irrelevante y risible, lo cierto es que si desapareciera esa distinción y esa voluntad de limitación de daños a los civiles la devastación infernal y la aniquilación literal serían sus consecuencias directas. Hay suficiente capacidad mortífera para ello. En las guerras que no se padecen, los sentimientos y deseos juegan caprichosos y paradójicos efectos directos. Por ejemplo, que se demuestre la criminalidad sin matices de nuestros enemigos del alma.
La sensibilidad de buena parte de los israelíes por el dolor y sufrimiento de los palestinos siempre será mayor que el que la mayoría de la opinión pública europea sienta por los de los judíos. La identificación de buena parte de los europeos con la causa palestina (su última gran causa progresista) no admite reservas ni está sujeta a condiciones, de forma que la visión de los palestinos es la más reduccionista de las racionalmente concebibles, la del pueblo víctima del que se han expurgado a Hamás, Mártires de Al Aqsa, acciones, apoyos, hechos, volatilización de la infinita ayuda internacional, etcétera. Por el contrario, la visión de los judíos será la de mayor expansividad imaginable, ya que no se limita a abarcar a los judíos del Estado de Israel, sino que se extenderá a esa gran presencia oculta e infinitamente tenebrosa del poder judío internacional, la banca judía mundial, el lobby judío que dirige la voluntad de los gobiernos de EE.UU., el último círculo de los verdaderos amos judíos del Sistema planetario. Conforme a lo que se considera el antisemitismo más elaborado y de mayor pureza, del que aleccionaba, con éxito apabullante, el libro más influyente en Europa en los dos últimos siglos, que es Los Protocolos de los Sabios de Sión, que tiene el mérito de haber sido obra de la Ojrana, la policía política zarista. Más influyente aún que El Capital de Karl Marx. El eufemismo, después de Hitler, se llama sionismo.
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA ZAMALLOA
¿Tiene Israel derecho a la defensa?
El brutal ataque israelí contra objetivos políticos, militares, logísticos e infraestructuras de Hamás en Gaza no puede detenerse en el impacto emocional que provocan las sangrientas imágenes de televisión, sino avanzar en la intelección de causas y hechos que han provocado el castigo militar a la fuerza también militar de Hamás: 17.000 hombres con la población civil como escudo humano. Pese a la ambiciosa y minuciosa selección de objetivos por los israelíes, no son pocas las víctimas civiles producidas. Aunque los daños colaterales son objeto de desprecio y burla -a lo que no es nada ajeno que los Estados Unidos realicen esfuerzos considerables por no causarlos y ellos los pusieran de moda-, como si vinieran a ser una falsedad o algo irrelevante y risible, lo cierto es que si desapareciera esa distinción y esa voluntad de limitación de daños a los civiles la devastación infernal y la aniquilación literal serían sus consecuencias directas. Hay suficiente capacidad mortífera para ello. En las guerras que no se padecen, los sentimientos y deseos juegan caprichosos y paradójicos efectos directos. Por ejemplo, que se demuestre la criminalidad sin matices de nuestros enemigos del alma.
La sensibilidad de buena parte de los israelíes por el dolor y sufrimiento de los palestinos siempre será mayor que el que la mayoría de la opinión pública europea sienta por los de los judíos. La identificación de buena parte de los europeos con la causa palestina (su última gran causa progresista) no admite reservas ni está sujeta a condiciones, de forma que la visión de los palestinos es la más reduccionista de las racionalmente concebibles, la del pueblo víctima del que se han expurgado a Hamás, Mártires de Al Aqsa, acciones, apoyos, hechos, volatilización de la infinita ayuda internacional, etcétera. Por el contrario, la visión de los judíos será la de mayor expansividad imaginable, ya que no se limita a abarcar a los judíos del Estado de Israel, sino que se extenderá a esa gran presencia oculta e infinitamente tenebrosa del poder judío internacional, la banca judía mundial, el lobby judío que dirige la voluntad de los gobiernos de EE.UU., el último círculo de los verdaderos amos judíos del Sistema planetario. Conforme a lo que se considera el antisemitismo más elaborado y de mayor pureza, del que aleccionaba, con éxito apabullante, el libro más influyente en Europa en los dos últimos siglos, que es Los Protocolos de los Sabios de Sión, que tiene el mérito de haber sido obra de la Ojrana, la policía política zarista. Más influyente aún que El Capital de Karl Marx. El eufemismo, después de Hitler, se llama sionismo.
Hablar del eje del mal referido a Irán o Siria es una tontería, la encarnación simbólica y su despliegue en la realidad, con sus modos, atributos y sustancia del mal demoníaco y la red secreta de poder omnipotente y omniesciente que lo constituye, son los judíos. ¡quién si no!
Si a los palestinos una capa de esmalte o alabastro les preserva de toda adherencia o incrustación que macule su condición de víctimas, a los judíos enhebrados en esa red del gran poder judío internacional y de la fuerza despiadada, que a veces administran de manera casi bíblica, no habrá hecho u ocasión que les haga ser tenidos por víctimas, si quiera eventuales o circunstanciales.
Israel, tras acatar la tregua de Hamás y dejar que el movimiento islámico la rompiera unilateralmente, y que luego pasara a los hechos de siempre: el lanzamiento de entre cien y doscientos cohetes Kassam contra Sderot, Netivot y amenazara a las ciudades de Ashkelón e incluso Berseva con misiles de mayor alcance, fue solo entonces cuando inició las hostilidades en Gaza. Las causas directas, los hechos y secuencias son absolutamente irrelevantes, las víctimas ya están predeterminadas y el campo donde se asienta la moral y el derecho también. Tan puro todo como antes lo era la sangre. Nadie imagina a los europeos afeando la conducta a terroristas palestinos, ni indignados por las inmolaciones de suicidas palestinos llevándose por delante a unos cuantos judíos. Con los judíos no es posible la neutralidad emocional previa a cualquier análisis objetivo. Donde la neutralidad ha desaparecido reina la intención. Palestina es también la patria de la intención, de la intención de las series de adjetivos elegidos, de la intención de las imágenes de las televisiones europeas y árabes; allí no se escatima la visión del horror, al contrario se busca. Los judíos se siguen sorprendiendo de que apenas salgan sus muertos en Europa.
Un dirigente laborista israelí respondió hace unos años a la pregunta de un periodista sobre el papel que esperaba de Europa, contestando: "Europa, que no intervenga, que no haga nada". No fue un hecho aislado, porque el ex embajador israelí en España y ex ministro laborista Shlomo Ben Ami realizaba hace tiempo unas declaraciones que más o menos tenían en cuenta ese planteamiento.
Como ha contado innumerables veces el escritor israelí Amos Oz, la actitud europea -ese continente que da lecciones de moral precisamente a los judíos- frente al conflicto palestino israelí es el de quien ante un accidente de tráfico en lugar de ayudar pretende establecer la responsabilidad de los automovilistas implicados. El escritor y miembro de la organización pacifista Paz Ahora ha declarado estos días la obligación, y no solo el derecho, del estado de Israel de defender a sus ciudadanos.
Israel está también pagando un alto tributo en sangre inocente, no sólo en guerras abiertas sino con el hostigamiento y formas más o menos larvadas de guerra de que viene siendo objeto sin un solo día de descanso. No es concebible que desde un territorio en el que Israel no tiene policía que persiga a los terroristas, ya que se trata de una entidad política paraestatal autónoma, sea su poder político y militar el que no solo permita el ataque a otro estado, sino que sea él mismo el que realice los actos diarios de agresión armada.
Lo previsible y lo que establece el derecho internacional público comparado es que sea motivo de guerra o al menos de defensa el lanzamiento de cohetes contra áreas de población próximas, desde fuera de sus fronteras, sin que mitigue su gravedad el hecho de que los Kassam no maten mucho.
Los actos que en su defensa ejecuta Israel van habitualmente acompañados de implacable dureza, pero hay que tener en cuenta que las precisas circunstancias históricas y geoestratégicas del conflicto no hacen nada sencilla la defensa, inscrita en complejidad de las correlaciones de fuerza en juego y su evolución favorable para una paz más duradera. Hizbolá, Hamás, Siria, Irán, la constelación de grupos islamistas que pretenden su eliminación física definitiva y grupos palestinos residuales hacen imposible objetivamente un empleo de la fuerza testimonial o discreta que aun así probablemente generaría tsunamis antijudíos por el mundo, árabe, islámico y europeo.
Acabaremos formulando preguntas que no es preciso contestar. ¿Tiene Israel derecho a la paz? ¿Tiene Israel derecho a intentar una defensa real y efectiva? ¿Tiene Israel derecho a existir o debe pagar un precio extraordinariamente alto por ello? ¿Por qué todavía? ¿No será que vuelven a sobrar los judíos?