EL NACIONALISMO CULTURAL
El enlace que tenía puesto era al periódico, luego cada día sale el número de ese día, así que he quitado el enlace y he colgado el artículo.
Resulta sencillamente imposible establecer cualquier eventual relación entre las llamadas señas de identidad canarias y la futura policía de nuestra comunidad. La policía autónoma no tiene nada que ver con el “ser” o la particularidad canaria, pero sí todo con las estructuras y símbolos de poder.
El nacionalismo político, llegado a un punto, puede operar absolutamente desconectado de la supuesta realidad que servía de excusa para su aparición, por haberse restablecido la identidad presuntamente arrinconada y perseguida, y en cambio mucho más conectado a las derivas lucrativas de ese mismo nacionalismo. Pero hay un nacionalismo siempre olvidado, que es el nacionalismo cultural. Como es el vasco el que mejor conozco, principiaré por él. El vascuence es un idioma preindoeuropeo “isla” (sin parentescos) que aún lo habla menos del 30% de la población. Se trata, como se comprenderá, de un factor étnico con mucha fuerza.
Begoña M. es una filóloga vasca, sus padres apenas sabían hablar castellano y ya en tiempos del franquismo sintió el compromiso con el idioma. Pero nunca fue nacionalista. H. A. es el editor más importante del País Vasco, y es el autor del libro más vendido en euskera, un intelectual amante del idioma y de la cultura vasca y al igual que Begoña jamás fue abertzale ni nacionalista. La parte del norte de España donde se concentran las esencias vascas más marcadas es el Pirineo navarro occidental y, dentro de él, probablemente el Valle del Baztán. Allí históricamente se vota a Unión del Pueblo Navarro, es decir a la derecha tradicionalista española. En el país vasco francés a los vecinos guipuzcoanos y navarros, con los que durante siglos han hecho contrabando, se han casado entre ellos y han compartido fiestas y demás acontecimientos se les llama españoles. Aún podríamos seguir con el recuento de hechos similares un buen rato.
Todos estos casos prueban que el nacionalismo cultural existe, que la pervivencia de lo más propio y su amor a ello son independientes de las formulaciones políticas. Vemos como las relaciones de los valores étnicos y culturales no pueden acotarse a una sola formulación política. Es más, ni siquiera precisan de ninguna fuerza política específica. En países con lenguas minoritarias siempre se ha dado el activismo cultural o lingüístico, al margen absolutamente de la política. Los países y las culturas están muy por encima de los voluntarios que una mañana urden salvarlos, sin necesidad de detenernos en otros móviles más prosaicos y tal vez mucho más reales.
A Johann Gottfried Herder se le considera el padre del nacionalismo político, ocultando al filósofo idealista Fichte, Göerres y otros pocos que en cambio tuvieron más responsabilidad en su aparición, como en general lo tendrían los románticos en su difusión.
Herder nacido en 1774 en Prusia, de formación ilustrada, se llegó a enfrentar a los valores universalistas y abstractos de la Revolución francesa reivindicando el espíritu del pueblo de cada lugar o Volksgeist o Volksseele. Cada pueblo tiene su propia expresión: la creatividad que coagula en una manera propia y única de entender la vida, el arte, el mundo, la historia y cualquier otra manifestación humana de índole siempre colectiva. El hombre no se integra en grandes estructuras de pensamiento o sentimiento externas a él, sino que con su hacer o idear ya está creando algo único que es ese resultado irrepetible. El hombre evidentemente es el que forma parte del pueblo. Decía Herder que las canciones populares no estaban ahí esperando que alguno las descubriera, sino que sólo después de que alguien se decidiera a cantarlas es cuando cobraban existencia y realidad. Herder rehabilitó el valor de las sagas y las mitologías nórdicas (tan dignas como la griega), las canciones populares, las costumbres, ritos, fiestas, lenguas, arte, una particular concepción del derecho y las instituciones… que representaban una determinada forma de ser y estar en el mundo, sin que ninguna cultura fuera superior a otra, y sin que le interesara lo más mínimo que todas esas manifestaciones o el propio “ser” del pueblo quedaran encerrados en rígidos corsés políticos. Jamás se refirió a esa posibilidad, a pesar de que es impensable mejor situación para poder hacerlo, ya que entonces Alemania estaba fragmentada en innumerables territorios soberanos sometidos a las más variadas instituciones políticas. Es por todo esto que el padre del nacionalismo en realidad lo fuera del nacionalismo cultural, como lo ha demostrado Isaiah Berlin todas las veces que ha escrito sobre él. Algo de lo que nuestros nacionalismos políticos, que no culturales, no quieren ni oír hablar
Pero la recurrencia actual de Herder proviene más de su condición de avalista del pluralismo político, e incluso del policulturalismo, que de sus juegos de los potenciales, por los que “Todo lo que puede ser, es; todo lo que puede llegar a ser, llegará a ser; si no hoy, entonces mañana”. Lo que obedece a un determinismo germinal que toma como parangón a la botánica, a la semilla que hará crecer la flor de manera ineluctable. Herder siguió las pautas de los ilustrados del XVIII por las que las ciencias naturales pretendían colonizar a las ciencias sociales, que el progreso científico pronto pondría fin, con lo que se llevó también las bases herderianas del nacionalismo cultural.
No nos costaría mucho definir e incluso clasificar todos los elementos que constituyen las ya devaluadas , si no olvidadas, señas de identidad (no están de moda en ningún sitio y quizá ello se deba a que ya más resulta imposible recuperarlas, si es que alguna vez se perdieron), lo mismo sea el folclore que la gastronomía, una manera de habla y expresión características, formas de vida peculiares, fiestas, relación con el paisaje o la vivienda, costumbres más propias… comprobaríamos que ninguno de estos elementos resultaría mínimamente alterado por la falta del nacionalismo político, hecho que sería absolutamente irrelevante. Y la prueba es que todo lo que se podía recuperar, rehabilitar, oficializar ya está hecho y si no se hace más es porque la sociedad ya ha sido alimentada con todas las dosis de singularidad cultural y regional que es capaz de asimilar y deglutir. No cabe vivir en el folclore, ni saciarse en el imaginario. Hay que respirar.
Al nacionalismo canario no lo activó ningún grupo nacionalista preexistente e influyente, sino el espíritu de la Transición que encumbró al limbo de la beatitud y excelencia al conjunto de causas regionales. Un “despertar” de la conciencia nacional (el verbo sagrado del nacionalismo) por control remoto. Un efecto contagio vasco catalán generalizado en torno al nuevo paradigma: el coto privado (y, como corresponde, la caza, claro).
El nacionalismo político no pude cejar nunca en sus reivindicaciones, como deje de dar pedales se cae, de ahí que los nacionalismos políticos, siempre insaciables –algo ya más que estudiado- vayan elevando sus objetivos: deben seguir pedaleando. Policías, soberanías, independencias, ciencia ficción, fantasías. Pero en el fondo: intereses, privilegios, oportunidades, ventajas. De los relatos nacionalistas periféricos de finales del S XIX se ha pasado a la pura y dura contabilidad.
Esta dirección es la del periódico, una vez sale la portada hay que darle a OPINIÓN, ahí se encuentra el artículo.
3 comentarios:
Amén de otros ingredientes posmodernos, lo del particularismo tiene como punta de lanza la idiotez. Se trata de discursos en los qe se confunde el uso y la costumbre, lo cultural, con la ley, lo político, sin apreciar el "salto" qe podemos hacer de uno a otro. Se trata de discursos qe plantean "el tener estado propio" como meta indiscutible de "un pueblo", como si la autocefalía, la legislación y las instituciones fueran el estadio último de una suerte de desarrollo orgánico de un continuuum (o como se diga).
Son respuestas estructurales a problemas coyunturales. Y con una construcción del "otro" que nunca puede faltar. "Los de Madriz", "Los de Valladoliz", "Los de León"... "Cuando nos libremos de...". Como si cambiar el escudo de la puerta del ministerio (o de la solapa del policía) mejorara por sí mismo algún asunto político.
Otra cosa es qe cierta descentralizacion pueda funcionar bien, algo qe se puede comprobar empíricamente, revertir en unos aspectos y aumentar en otros... es decir: más flexibilidad en nuestras estructuras. Pero lo qe tenemos nos no es eso... es más bien "pluricentralización", definitiva además, asentada sobre (¡¡¡!!!) identidades y retórica sensiblera. Pero weno esto no viene ya a cuento de Vueso artículo, es la vena municipalista qe a veces no puedo controlarla. Soy un nostálgico del triunvirato
Municipio, Familia y Sindicato.
Me he acordado de esto qe dijo Savater, creo qe pega con vueso artículo.
Saludos.
"Son grupos pequeños que convierten su proyecto político en necesidad para los demás, ahora lo acabamos de ver en las elecciones catalanas; es decir: parecía que era obligatorio, que había que lanzar más paletadas y más paletadas de nacionalismo porque toda Cataluña no quería otra cosa [...]. El nacionalismo es artificial, es un grupo de políticos que quiere fomentar eso a toda costa y que incluso lo va llevando a comunidades que no han tenido nunca la menor veleidad nacionalista -como puede ser Andalucía-.
Es una lucha de poder, son grupos pequeños que crean una necesidad hasta tal punto que gente de buena fe y chicos en los institutos, escolares, creen que la demanda nacionalista es como la gente que pide comer porque le han quitado el bocadillo."
Tengo que leerlo otra vez, pero por lo pronto, ya sabemos que el nacionalismo canario, en las antípodas teóricas del euskalduno y el catalán, no es nacionalismo ni nada que se le parezca, sino burguesía de medio pelo jugando a recibir migajas un poco más gordas. Lo interesante es el uniforme, a ver si desarrollas eso del uniforme, que es lo más interesante, pero luego, como buen filósofo español, te pierdes con las citas de autoridad... En fin, que me dejaste intrigado con lo del uniforme. No sea de rogar, y cuéntanos de qué va eso.
Excelente. Encajar la voluntad de poder de los vividores de siempre con la ciudadanía es imposible por muchos malabares, ficciones y embelecos con que adornen su arrogancia y sus recursos de trampero.Ni siquiera el nacionalismo cultural es encantador por mucho que pueda tener espléndidas muestras de excelencia, en la medida en que quienes lo promuevan intenten hacerlo por encima del derecho de los individuos, de su libertad y de su poder de recrear permanentemente la cultura. Nunca la promoción de una lengua, del bacalao a la riojana, de la barretina o del flamenco, pueden estar por encima de la libertad de cada individuo. No puede legitimarse discriminación positiva alguna ni esgrimirse sobre la libertad de cada individuo a sus sentimientos, sin exclusiones ni aduanas. Nunca será poca la caña que das. Oportune et importune. Tenazmente, gutta gutta cavat lapidem!
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