lunes, febrero 02, 2009

El Nombre del Padre como Arjé de la Creación

Este libro me ha llegado de Argentina. Su autora Silvia Nora Lef es judía y argentina. Tiene una formación académica más que lustrosa. A la Universidad de Buenos Aires le sacó tres licenciaturas: filosofía, psicología y derecho. Es profesora universitaria de filosofía, abogada y mediadora.

Cuando Carl G. Jung rehusó a ser el heredero de Freud y ya había elaborado su propia teoría sobre le psiquismo humano, muy lejana al psicoanálisis, afirmó que esa teoría era un producto eminentemente judío. Según él, el monoteismo hebraíco inscribía en el inconsciente de los judíos y de Freud en particular, los símbolos, figuras y conflictos que explicaba e interpretaba el psicoanálisis. Tipo de dramas familiares y de constitución de la subjetividad que no corresponderían a los cristianos. Jung lo era, y Jung, como Herder, estaba loco por los arquetipos colectivos.

Silvia Nora Lef propone algo, que dando en parte la razón a Jung, confirmaría el vínculo que de alguna manera éste estableció: la relación entre la redención postulada por medio de la palabra, sobre la que el filósofo Martin Buber asienta su ética religiosa judía y la redención por la cura que incumbe al psicoanálisis, también por la palabra. La palabra, el significante de la cadena simbólica también está en el comienzo, en el arjé, tanto cuando Yhavé instauró su pacto con Abraham y los patriarcas, como cuando el padre impone la ley, el límite, y significa la falta, la castración y el orden de lo simbólico.

El libro con inteligente prudencia no formula proposiciones o hipótesis de partida gravosas a las cuales terminar por avalar como tesis, a cualquier precio. La autora, que sabe lo resbaladizo del tema, se limita a enunciar las analogías en significantes, cauces de sentido y significación. En lo que sin duda ha de entrar y entra el príncipe de todo ello, Jacques Lacan, a quién el psicoanálisis en español, pero argentino, le debe todo.
No comparto que en el orden simbólico que desciende de Yahvé y los patriarcas hayan de incorporarse Freud y menos aún Lacan, que ni siquiera era judío. Ni tampoco en líneas paralelas ya que ellos no cumplen ninguna función simbólica en el inconsciente, a lo sumo como padres o aanlistas con sus pacientes.

El libro destila erudición filológica hebrea. Las palabras regresan a su origen hebreo, a sus primeros significantes para de ahí hacer arrancar las cadenas de sigificantes y el sentido. El libro al dar cuenta de las influencias de la Cabala y el Jasidismo en el filósofo Martin Buber, nos introduce en las relaciones entre esos dos misticismos, o misticismo y pietismo.
A mi juicio ambas tradiciones, tamizadas por la ética buberiana del Tú son presentadas en la obra de Silvia Lef de manera muy vívida, como una discípula de un gran maestro que desarrolla las ideas de aquel. Podríamos decir que el libro es un testimonio ético y religioso, ambas cosas, orientado a un fin más discursivo y racional: las propuestas teóricas de su obra. No esconde su judaísmo cabalístico o jasídico que conducen de la mano de Buber a una ética religiosa judía fundada en la relación con el Tú, dialógica, cocreadora, de lo humano con lo divino.

En el fondo Lacan, con la opulenta construcción de su altísima conceptualidad intelectual, acaba conduciendo a sentidos, a rutas, a presuntas indicaciones. En defin itiva, salimos con él de Las Vegas para enseñarnos el desierto y dejarnos. Como Abraham debió abadonar su país. Así también lo deja Lef, muy lacaniana, el sentido, la propuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola joe, sabrás quien soy a partir de cómo te llamo.
ya devoraste el librito de mi tía, le voy a mandar el link con tu comentario...yo no puedo de ninguna manera enriquecerlo: me limito a hablar de cositas un tanto más mundanas.
muchos saluditos!!!