miércoles, diciembre 31, 2008

Artículo publicado hoy en Diario de Avisos

Opinión
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA ZAMALLOA

¿Tiene Israel derecho a la defensa?

El brutal ataque israelí contra objetivos políticos, militares, logísticos e infraestructuras de Hamás en Gaza no puede detenerse en el impacto emocional que provocan las sangrientas imágenes de televisión, sino avanzar en la intelección de causas y hechos que han provocado el castigo militar a la fuerza también militar de Hamás: 17.000 hombres con la población civil como escudo humano. Pese a la ambiciosa y minuciosa selección de objetivos por los israelíes, no son pocas las víctimas civiles producidas. Aunque los daños colaterales son objeto de desprecio y burla -a lo que no es nada ajeno que los Estados Unidos realicen esfuerzos considerables por no causarlos y ellos los pusieran de moda-, como si vinieran a ser una falsedad o algo irrelevante y risible, lo cierto es que si desapareciera esa distinción y esa voluntad de limitación de daños a los civiles la devastación infernal y la aniquilación literal serían sus consecuencias directas. Hay suficiente capacidad mortífera para ello. En las guerras que no se padecen, los sentimientos y deseos juegan caprichosos y paradójicos efectos directos. Por ejemplo, que se demuestre la criminalidad sin matices de nuestros enemigos del alma.
La sensibilidad de buena parte de los israelíes por el dolor y sufrimiento de los palestinos siempre será mayor que el que la mayoría de la opinión pública europea sienta por los de los judíos. La identificación de buena parte de los europeos con la causa palestina (su última gran causa progresista) no admite reservas ni está sujeta a condiciones, de forma que la visión de los palestinos es la más reduccionista de las racionalmente concebibles, la del pueblo víctima del que se han expurgado a Hamás, Mártires de Al Aqsa, acciones, apoyos, hechos, volatilización de la infinita ayuda internacional, etcétera. Por el contrario, la visión de los judíos será la de mayor expansividad imaginable, ya que no se limita a abarcar a los judíos del Estado de Israel, sino que se extenderá a esa gran presencia oculta e infinitamente tenebrosa del poder judío internacional, la banca judía mundial, el lobby judío que dirige la voluntad de los gobiernos de EE.UU., el último círculo de los verdaderos amos judíos del Sistema planetario. Conforme a lo que se considera el antisemitismo más elaborado y de mayor pureza, del que aleccionaba, con éxito apabullante, el libro más influyente en Europa en los dos últimos siglos, que es Los Protocolos de los Sabios de Sión, que tiene el mérito de haber sido obra de la Ojrana, la policía política zarista. Más influyente aún que El Capital de Karl Marx. El eufemismo, después de Hitler, se llama sionismo.
Hablar del eje del mal referido a Irán o Siria es una tontería, la encarnación simbólica y su despliegue en la realidad, con sus modos, atributos y sustancia del mal demoníaco y la red secreta de poder omnipotente y omniesciente que lo constituye, son los judíos. ¡quién si no!
Si a los palestinos una capa de esmalte o alabastro les preserva de toda adherencia o incrustación que macule su condición de víctimas, a los judíos enhebrados en esa red del gran poder judío internacional y de la fuerza despiadada, que a veces administran de manera casi bíblica, no habrá hecho u ocasión que les haga ser tenidos por víctimas, si quiera eventuales o circunstanciales.
Israel, tras acatar la tregua de Hamás y dejar que el movimiento islámico la rompiera unilateralmente, y que luego pasara a los hechos de siempre: el lanzamiento de entre cien y doscientos cohetes Kassam contra Sderot, Netivot y amenazara a las ciudades de Ashkelón e incluso Berseva con misiles de mayor alcance, fue solo entonces cuando inició las hostilidades en Gaza. Las causas directas, los hechos y secuencias son absolutamente irrelevantes, las víctimas ya están predeterminadas y el campo donde se asienta la moral y el derecho también. Tan puro todo como antes lo era la sangre. Nadie imagina a los europeos afeando la conducta a terroristas palestinos, ni indignados por las inmolaciones de suicidas palestinos llevándose por delante a unos cuantos judíos. Con los judíos no es posible la neutralidad emocional previa a cualquier análisis objetivo. Donde la neutralidad ha desaparecido reina la intención. Palestina es también la patria de la intención, de la intención de las series de adjetivos elegidos, de la intención de las imágenes de las televisiones europeas y árabes; allí no se escatima la visión del horror, al contrario se busca. Los judíos se siguen sorprendiendo de que apenas salgan sus muertos en Europa.
Un dirigente laborista israelí respondió hace unos años a la pregunta de un periodista sobre el papel que esperaba de Europa, contestando: "Europa, que no intervenga, que no haga nada". No fue un hecho aislado, porque el ex embajador israelí en España y ex ministro laborista Shlomo Ben Ami realizaba hace tiempo unas declaraciones que más o menos tenían en cuenta ese planteamiento.
Como ha contado innumerables veces el escritor israelí Amos Oz, la actitud europea -ese continente que da lecciones de moral precisamente a los judíos- frente al conflicto palestino israelí es el de quien ante un accidente de tráfico en lugar de ayudar pretende establecer la responsabilidad de los automovilistas implicados. El escritor y miembro de la organización pacifista Paz Ahora ha declarado estos días la obligación, y no solo el derecho, del estado de Israel de defender a sus ciudadanos.
Israel está también pagando un alto tributo en sangre inocente, no sólo en guerras abiertas sino con el hostigamiento y formas más o menos larvadas de guerra de que viene siendo objeto sin un solo día de descanso. No es concebible que desde un territorio en el que Israel no tiene policía que persiga a los terroristas, ya que se trata de una entidad política paraestatal autónoma, sea su poder político y militar el que no solo permita el ataque a otro estado, sino que sea él mismo el que realice los actos diarios de agresión armada.
Lo previsible y lo que establece el derecho internacional público comparado es que sea motivo de guerra o al menos de defensa el lanzamiento de cohetes contra áreas de población próximas, desde fuera de sus fronteras, sin que mitigue su gravedad el hecho de que los Kassam no maten mucho.
Los actos que en su defensa ejecuta Israel van habitualmente acompañados de implacable dureza, pero hay que tener en cuenta que las precisas circunstancias históricas y geoestratégicas del conflicto no hacen nada sencilla la defensa, inscrita en complejidad de las correlaciones de fuerza en juego y su evolución favorable para una paz más duradera. Hizbolá, Hamás, Siria, Irán, la constelación de grupos islamistas que pretenden su eliminación física definitiva y grupos palestinos residuales hacen imposible objetivamente un empleo de la fuerza testimonial o discreta que aun así probablemente generaría tsunamis antijudíos por el mundo, árabe, islámico y europeo.
Acabaremos formulando preguntas que no es preciso contestar. ¿Tiene Israel derecho a la paz? ¿Tiene Israel derecho a intentar una defensa real y efectiva? ¿Tiene Israel derecho a existir o debe pagar un precio extraordinariamente alto por ello? ¿Por qué todavía? ¿No será que vuelven a sobrar los judíos?

jueves, diciembre 04, 2008

Artículo publicado hoy en Diario de Avisos


Opinión
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA ZAMALLOA
El antioccidentalismo europeo

El título no es sólo un oxímoron, sino que también una cualidad o disposición anímica, vívida a veces, e ideación correspondiente de los europeos que, no por paradójica, se mantiene constante cualquiera que sean las amenazas que reciban, Bombay incluida. El antioccidentalismo europeo viene a ser un mecanismo de autonegación por el que uno propende a identificarse con los que le consideran su enemigo y a considerar su enemigo a los de su propia cultura y modo de vida. No es un mecanismo psicológico y social que, por paródico, sea muy inusual. Los judíos Karl Krauss, Otto Weinninger y antes Henrich Heine, además de muchos otros, practicaban el selbsthaas u odio a sí mismos, incluso llegando a sobresalir en las saturadas filas del antisemitismo.


El discurso hegemónico europeo jamás se declarará enemigo del islamismo, caigan chuzos de punta como suelen caer, pero sí lo hará con gran carga emocional a la primera de cambio de los Estados Unidos y de su gólem Israel. El Gran Satán bifronte. El caso europeo no es nada si lo comparamos con los progresistas españoles. El caudal de simpatías y sintonías de estos se esparce con la naturalidad expansiva de los fluidos por todos los enemigos de los Estados Unidos y casualmente de la libertad: populismos, dictaduras comunistas, teocracias forzosamente islámicas, regímenes autoritarios tercermundistas, antimundialistas, pacifistas pulcramente selectivos, etcétera, y atañe a su consumo de bienes morales. Tanto consumismo no podría sustentarse sin espiritualizar una parte.


En estos tiempos, las identificaciones emocionales constituyen el supremo valor de nuestra izquierda. Es metafísicamente imposible que desde sus líneas podamos ser sorprendidos con discursos de un mínimo valor intelectual. De que eso pudiera ocurrir no existe ninguna posibilidad, ya que como refiere José María Ruiz Soroa, en otro más de sus brillantes artículos, en una reunión reciente del comité ejecutivo del PSOE se aprobó el siguiente apotegma: la defensa de un "mercado sin egoísmo". Para oír algo así la gente hace décadas necesitaba viajar a Katmandú, pero a quedarse. Este progresismo que se basa en los más nobles sentimientos del alma y que propone sin sonrojarse una economía de mercado de carácter místico (esta izquierda no conserva ni el más remoto nexo con el marxismo) no ve incompatibilidad alguna entre su búsqueda y el disfrute a lo bestia de la propia prosperidad o egoísmo individual.


Los atolones de grandes superficies que atornillan nuestras ciudades son insuficientes para atender la insaciable voracidad del consumidor español y europeo. Mientras que el norteamericano ha de prever su seguridad y futuro con el ahorro y de contribuir a la seguridad de su país y del mundo, el europeo, que carece de esos hándicaps, es capaz de traspasar cualquier frontera con tal de apaciguar su apetito de saqueo.


Se dice que nunca como en el último año, aprovechando la ventaja del euro sobre el dólar, han viajado tantos españoles a Nueva York a satisfacer su bulimia consumista, entre visitas al MOMA, Empire State y al local de Woody Allen con los que rellenar el viaje. Los despreciados norteamericanos hacían el viaje inverso para obtener el barniz cultural del que Europa proveía hasta hace unos años. Ahora que la cultura se sigue produciendo a gran nivel en aquel país y el pensamiento ha tomado asiento en los departamentos de literatura de sus incomparables universidades, las visitas masivas de españoles y europeos son a los Bloomingdale’s.


Siendo las pulsiones de los españoles tan imperiosas e inimpugnables hechos y realidades, lo psicológicamente coherente sería que profesaran la religión del occidentalismo, quizá como un desarrollo agnóstico y hedonista del cristianismo, sistema que nos permite un modo de vida de máxima prosperidad bendecido por la mundialización. Pues no, ocurre lo contrario y el respeto al Islam es encomiable.


Los comandos islamistas que desembarcaron en Bombay a sangre y fuego perseguían la desestabilización regional, no en un contexto de guerra de ideas o territorios sino de guerra de religión, declarada unilateralmente contra Occidente y lo occidental (India es la mayor democracia del mundo).

El libro de Javier Martín Suníes y chiís. Los dos brazos de Alá aborda con mucha exhaustividad el devenir y los conflictos de las dos corrientes del Islam. La vida de Mahoma ya fue un acontecer festoneado de hechos bélicos, pues hasta el quinto de sus sucesores todos los anteriores fueron asesinados. Las suras relativas al amor, la fraternidad y la templanza quedaron en papel mojado desde los inicios. Con tanta saña y encarnizamiento se emplearon suníes y chíis entre sí, que sus grandes ritos y celebraciones martirológicas, como los flagelos de Kerbala, provienen de las embestidas mutuas que se propinaron los dos brazos de Alá. De parecida virulencia a la que reservaban al infiel en sus expansiones territoriales, siempre armadas. Nos dice Martín en ese libro que el islamismo cultivado y refinado de Al-Andalus (referente fulgente y primordial del imaginario progresista) fue tan solo una oportunidad truncada y enterrada para siempre, y que las Cruzadas cristianas fueron correrías militares de escasa importancia comparativa. De mucha mayor influencia y efectos cruentos fueron las doctrinas triunfantes de los precursores del XVIII, y de aún antes, del wahabismo, tan conocido ahora, y otras corrientes integristas que configuran la historia general del islamismo y con parejo paroxismo el de Pakistán e India, a cargo entre otros del movimiento deobandi: una de las mayores radicalizaciones del islamismo.


De las religiones del Libro, el Islam es la única que sigue sin apenas poder convivir con el laicismo, permitir la secularización de sus sociedades e incapaz de replegarse a las conciencias individuales. La umma, la comunidad de los creyentes y el Islam que significa sumisión lo siguen siendo todo.


Al constituirse Europa en lugar de recepción de la emigración de religión islámica -utilizar el término cultura supondría neutralizar la fuerza social, civil y en las conciencias de la religión-, se ha creado de la mano del multiculturalismo guetos de vigencia absoluta de la religión y de todo el repertorio legal y autoridades que la acompañan colonizando relaciones civiles, comunitarias, familiares y a las conciencias individuales. Son los territorios de excepción radical del Estado de Derecho y la libertad. Son comunidades en las que las autoridades patriarcales y religiosas disciplinan la vida comunitaria entera, incluida la afectiva y sexual de sus miembros y absolutamente de sus mujeres, y donde las aberraciones han suplantado a la libertad y a la legalidad democrática.


El discurso hegemónico europeo rezuma máxima tolerancia, comprensión y respeto por las "diferencias" (el vocablo ha deglutido a los hechos y disuelto evaluaciones racionales y éticas). Nuestra izquierda tan huidiza de la realidad del mundo ha desenterrado teatralmente las más viejas y carpetovetónicas trincheras. Se trata más de una estetización de la política (tipo fascista) que de una politización del arte (tipo comunista). Por lo que a por ellos, a por Rouco, los crucifijos y Sor Maravillas