Estos sintagmas suenan tontos porque son tontos. He buscado
entre las figuras retóricas del idioma español alguna que las pudiera acoger, y
dada su pobreza (de espíritu emisor) no he encontrado ninguna. ¿Anáfora? ¿Epífora? Ni siquiera llegan. Zapatero ni es
Góngora, ni Sánchez Lope de Vega. Ni la gramática socialista es creativa,
literaria e inteligente. La riqueza conceptual y aportación teórica al
pensamiento improbable o vulgata
socialista del estadista Rodríguez Zapatero, culmina con un retruécano: extrema derecha/derecha extrema.
Lo decía con constancia y convicción,
mientras reivindicaba, en lugar del marxismo por ejemplo, el “talante”, de
mucha menor literatura. El talante: “Modo o manera de ejecutar algo/Semblante o
disposición personal”. Suena entre
artesanal y teológico (de virtud). Sus veleidades líricas son conocidas, como cuando intituló al viento
dueño del mundo, olvidando por completo a
los presocráticos, con su fuego, tierra
o agua; también ultrajó las matemáticas, con sus elucubraciones en un mitin
sobre el infinito, que fueron dignas de Cantinflas. Por ese desapego a la
realidad no meramente superficial e infantil, le calificó Gustavo Bueno como de
“pensamiento Alicia”, que unía a otro así mismo, de extraordinaria validez
metafórica, “Bambi”.
El doctor Sánchez, celoso de la hondura teórica e
ideológica, del ahora comisionista de
comunistas, sin cabida y reclamo alguno en los centros de la cultura política liberal occidentales,
ha abandonado la reversibilidad e indistinción de aquella marca por una propia,
para significar lo mismo: derecha/ extrema derecha. La reversibilidad semántica
se hace contigüidad y significado asimilado, como las dos caras de Jano. Vuelve
a ser lo mismo todo: extrema derecha conclusiva, enemiga de máxima hostilidad y peligro, siempre en alerta aérea. Es una concepción de España y
los españoles perfecta, la que tienen estos dos avispados precursores de los
políticos profesionales. La deriva populista encabritada de lucha final contra
la “fachoesfera”, que son los no comulgantes, los de ideas y sentimientos no
sometidos ni afines.
Esta concepción de
guerra entre dos bandos irreductibles, de división tenaz, irreversible, de guerra
civilismo y sectarismo, es solo mecanismo alentado y exaltado como cuestión
esencial determinante. Como le confesó
el estadista, que dejó a España en el precipicio literal de la ruina,
acometiendo drásticos ajustes, al curita Gabilondo, tras una entrevista, que “nos
conviene que haya tensión”. La
crispación atribuida a la oposición ya era consigna y necesidad perentoria en
ellos. Con el doctor todo ha empeorado, el envilecimiento ya es general, absoluta
inmoralidad pública, anillada corrupción familiar. Los dos magos de progreso
zascandilean sin ningún efecto político por las autocracias del mundo, jugando
a estadistas contra europeos, el doctor incluso en la Liga de Países Árabes, el
único. Como Lawrence de Arabia.




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