Los huracanes, tifones, ciclones y tornados allá donde se generan son previstos generalmente de manera exacta o empírica. Florida (huracanes), Caribe (ciclones), Asia (tifones), Medio oeste de Estados Unidos (tornados), no se alertan en función del caudal del agua en un momento determinado y exacto, en un punto concreto, a una hora determinada: a las 14 horas (de responsabilidad), a las 16 horas (de culpa), a las 20 (de dolo). Suele ser una cosa mucho más seria y profesional, que no se hace a salto de mata y después de ocurrido. Las comparativas que pueden establecerse harían de España cine de Berlanga. Me temo que la instrucción desbordada y minuciosa de la voluntariosa jueza se va a estrellar contra la fuerza mayor, sacudida de demagogia, fuerzas justicieras y populismo, ausentes en las geografías nombradas. Otra singularidad de este verdadero drama es la respuesta ambivalente y tan española del horrible desastre, el empeño espontáneo y colectivo por suplir la ayuda del Estado huido, coexistía con la falta de asimilación de la adversidad más funesta por algunos. Con aullidos, no en todas las víctimas, de asesino/a.Es difícil concebir que el minutero de la alarma, ni conocida ni ensayada, sustituyera a advertencias generales y haber resultado decisiva en la salvación de alguna vida: que nunca podrían determinarse en un proceso judicial. Que a una hora determinada hubiera un muerto no anticipaba la dimensión final del drama. Son secuencias continuadas después de ocurridas; pudieron no serlo. Donde sí se pudo haber evitado la dimensión obtenida es si cauces, presas no estuvieran sujetas al delirio izquierdista de la restauración de ecosistemas naturales del neolítico en sociedades postindustriales superpobladas. Las ambiciosas diligencias judiciales en torno a la clave/enclave Ventorro dejan al desnudo una sola prueba de cargo: el romance entre Mazón y Maribel Vilaplana ¿y ya esclarecido el sexo habido en su reservado? ¿O no, señoría?
Opinión | Análisis

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