domingo, agosto 14, 2016

El diario de un escritor comprometido 8 confit de pato

¿Se podría decir que Mercadona representa para el hombre mínimamente autónomo de hoy, lo mismo que supuso la píldora para la libertad sexual de la mujer en los años 60?  Seguramente no, pero desde que nos lo formulamos y tenemos la necesidad de esa analogía  estamos dibujando un paralelismo, asociación, trasunto... Tal vez nos incorpora mejor a otro horizonte de vida, porque lo facilita.  La cocina pasa a ser una biblioteca que se amplía cualitativamente. Entran Kant y Montaigne, el codillo y el pato.
Jamás he andado y desandado 20 metros para ir a la nevera y sacar un producto, un comestible, para mostrarlo como si fuera algo único. Sí lo he hecho para buscar libros incluso alguna pequeña obra de arte o curiosidad, pero nunca por comida.
Estábamos en el jardín ponderando la oferta de Mercadona la noche del codillo y quise enseñarles el confit de pato de esa marca. Estaba  en su envase y al mostrarles les dije “a que tiene buena pinta”. “Sí, sí, muy buena -me respondieron al unísono- tenemos que ir cuando volvamos al de Bilbao, han abierto dos, el otro en Barakaldo”. “Jon, me ha dicho que le lleve boquerones”. No papita chica, mojo, o queso-cabra (que sí creo van a llevar), sino Mercadona dreams. Ayer que por toda salida fui a Mercadona, le compré boquerones a Jon.
Les conté que antes metía el confit en el horno, así años hasta que descubrí (leí) que bastaba el microondas.  Con verduras hechas de no sé qué manera con jengibre, es su gran compañía, pero eso es muy engorroso para mí. Y no me gusta (hacerlo).
Ayer estuvieron MH y Arantza en El Parra y que estaba hasta la bandera. Turbas. Creo que tras el penoso incidente en el Callejón de  Gaza solo volvimos otra vez.
Evocación que me induce a concluir con la llamada de ayer de E. (tendría relación), muy contento, le van bien las cosas. Hay urdimbres familiares de sensibilidades, ideas, valores, desde luego, en absoluto serviciales de los entornos cómodos y sectarios de siempre en los que uno ha decidido permanecer predeterminado la  vida entera, y  sin conocer   en la propia vida personal  ni una sola disidencia o autonomía real y vital –experiencias de verdad y propias- y que al final regresan como para intentar probarte. Se da, si has elegido ser el que es capaz de guiarse por sus propias pautas personales, renovarlas por el pensamiento, avanzar por el  conocimiento y decidir  por la propia experiencia (acto abierto de vida y comprensión/función  crítica); y no por el mundo cerrado que siempre le ha cobijado y resguardado de absolutamente todas las contingencias en una vida burbuja en una viga  de  hielo. Sonríes: todavía hay clases.


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