sábado, agosto 20, 2016

Diario de un escritor comprometido. 13: Chorizo

Este plato es de  los que  me  gustan:  van  solos. No  soy de los que puede decir le  pongo esto o lo otro, y tenga alguna clave, o una especia esencial  y basculante. Y menos pueda hablar de cocina y recetas, como las conversaciones sobre bebidas exquisitas, no me gustan y no participo si no es para decir lo que estoy escribiendo.
Este chorizo es  de Mercadona, es picante y  muy bueno, algunas veces me  lo como crudo,  algo que  también hacía mi madre cocinando y con una copa de vino. Cuando  lo hago me acuerdo de ella,  que me  caía entre bien y muy bien. No se trata de ningún chiste  porque me cae muchísima gente fatal.
Cuando no tengo nada que comer acudo a los huevos fritos a los que les pongo  el chorizo, que impregna  de color y sabor a los huevos.  Me gusta mucho la sopa de sobre, más que la  natural en cantidad de casos.  Es otra cosa que siempre  compraba (y acumulaba porque no se hacía, yo alguna vez), aunque me dicen que no es nada sana y me he frenado un poco de comprar,  seguramente por todo lo que  me  cuido.  Pues bien, a la  sopa de sobre, el Gallo es la que más confianza me inspira, le ponía unos trozos de chorizo del mismo –como soy muy tiquismiquis hay muchos chorizos de  los  que no  me fío y me dan asco- y  hervidos quedaban  geniales. La sopa la tomo como mi padre –entre mi  padre y mi madre noto que no me dejan hueco para ser yo: se tomaba primero el caldo y dejaba  los  fideos para el final.  Hago lo  mismo. Supongo que sería infantil, pero me  lo transmitió. Bueno,  no quiero pensar en otros padres.


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