sábado, abril 30, 2016

Mis hijos en el festival de jazz de New Orleans

Foto de ayer recién llegados
Mis hijos están ya en el Festival de jazz de Nueva Orleans. Sería el único sitio donde yo podría escucharlo. Aunque hace casi 30 años escuché a Miles Davis en la plaza de toros de Santa Cruz. Estuve como colocado todo el rato. Sentía extrañeza de la ciudad y la vida, como si hubiera sido traspuesto a Estados Unidos. Una experiencia magnífica. Íbamos en grupo y había otro Baskisch y salimos muy celebrativos, a mí me perseguía una colgada, mientras nosotros/as el dislate y la ebriedad.


La música o me exalta o deprime, a este segundo grupo pertenecen los boleros y músicas y guitarras próximas, el jazz, el soul… ¡Vaya, lo negro!

Le contaba a mi hijo cómo me había emocionado Obama con la reina Inglaterra, la excolonia con un presidente negro. El triunfo de la razón, su imperio es anterior a los avances de las ciencias humanas en el simbolismo, lo mítico, el inconsciente, las pulsiones, emociones… Le dije a mi hijo: vives en un gran país. Y comentamos la visita de Obama a Cuba donde buena parte de la población es negra y no hay un ministro negro ni de coña. Los negros en EE.UU. son el 11%.

Los símbolos tienen el poder de la significación (revelación) inmediata y directa, sin filtros, adulteraciones, simulaciones y engaños, que despliegan siempre las racionalizaciones esquemáticas o profusas. Las emociones juegan un papel importante de significación y de verdad inmediata y necesaria. En EE.UU. es donde más he detectado esa armonía, esa capacidad de vivirlas y de implante social y cívico.

He leído el libro de Richard Ford -mi hija siempre nos trae los mejor de EE.UU.-, que compré en Bilbao. Igual lo vuelvo a leer en el confinamiento de la próxima semana. Ahí está perfectamente explicado lo que es la literatura de ficción, su valor, importancia, función… Es fantástico.

                                                               


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