domingo, marzo 06, 2016

Fin de semana en Brooklyn

Me  ha llamado mi hijo desde el taxi, como  cuando va o vuelve de Colombia. Esta vez salía de NYC y no del aeropuerto de pueblo (así  ha dicho) de Washington,  y eso que es el Dulles, el internacional.Había quedado con  unos amigos españoles de su época  de  París.  Es  difícil  que me olvide de las andanzas  de mi hijo, que me cuenta. Hace años que casi siempre va a Brooklyn. Le he  preguntado si no había  estado en Manhattan y me ha contestado: ni pisar. Han andado de bares y galerías de arte. Hace poco estuvo en el  nuevo Withney Museum en el Downtown. Lo que si le trasmitimos  fue el interés  por el arte moderno y contemporáneo.  Le gusta verdaderamente, como a mi hija.   
Le preguntó     si se sigue oyendo  español, y me cuenta que salían de un pub polaco y comentan por unos  que llegaban  la pinta de polacos  que tenían,  pero resultó que  eran  hispanos.
Me dice: “en una galería  de arte había unos compatriotas míos”, no hace falta que me diga que son colombianos. Les has hablado. No, eran los típicos  pijos fumados que se pasan un año aquí.
Solía  decir yo que mucho más importante que viajar o hacer turismo,  era vivir en países extranjeros, y mi hijo me lo confirma.  Vuelve a Washington y vuelve a su casa, llega a Madrid y vuelve a casa,  o a Tenerife o Bilbao. Y Bogotá dentro de unos años será también un poco su  casa. O México DF.
Está encantado con mi libro; no hemos hablado de él,  me dice. He  hecho  las primeras revisiones   sobre  formato imprenta,  y estoy  muy  contento.
-¿Cuando sale? Para hacer  el  artículo-. Me va  a sacar en Vozpópuli.
-Pronto, pero espera.
Este libro  es especial, como mi experiencia. Curiosamente un asunto estrictamente laboral, me ha catapultado a la órbita literaria. Ya no hay fronteras, todo queda bajo esa órbita. Ahí me he visto completo, porque  es mi respiración o sangre (incluso grupo sanguíneo) la que escribe. No lo había sentido  antes.



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