sábado, febrero 27, 2016

Ayer viernes, empate: 3-3



Hay mucha gente para la que la gestión de su vida no representa el más mínimo problema , que sabe siempre lo que tiene que hacer. Habrá algo más fácil que lo conveniente, prudente, cauto, sensato. Hay gente que tiene interiorizada verdaderas normativas, que todo lo miden en términos de facilidad y utilidad. No suelen ser conscientes de que ese tipo de pensamientos no valen mucho, y que ni siquiera es de ellos. Siempre están aproximándose al calor y alejándose del frío. Lo instintivo carece de  interés  En lo evidente, útil y fácil la mayoría está de acuerdo, pero no porque tengan razón (la razón les trae sin cuidado, confunden razón con utilidad y ventaja), sino porque esos valores primarios son patrimonio de las mayorías. Manejan valores educativos, reglas generales. Eso es todo.
Este tipo de gente no es precisamente la que más y mejor comprende, y ocurre así porque son demasiado sencillos. No se complican la existencia nunca. Complicarse nunca está justificado, porque siempre puede evitarse. Pero además sin garantizar nada, y con toda la experiencia concreta en contra. No se trata pues de hablar por hablar, sino de quienes hablan es solo de ellos mismos. Les da igual que hace un mes uno optase por lo no conveniente ni ventajoso. No se imaginan jerarquía de valores propios, que no sean los inculcados, que no es que sean precisamente los más propios,  aunque sí los más comunes.
Está la minoría que obviamente no forma parte de la mayoría. Como la mayoría está sujeta a la norma, lo fácil y lo útil, la minoría por muy minoría que sea no tiene el más mínimo problema en entenderles, al  estar adscritos a la sencillez más sencilla. En cambio la mayoría es incapaz de comprender a la minoría. Objetivamente ocluyen rendijas, agujeros, vanos, intersticios, incluso todos. Son muy resumidos y previsibles. Compactos.
Estas mayorías sensatas jamás aprenden nada, porque no lo necesitan, son incapaces en ponerse en posiciones distintas. La brújula siempre les señala el norte. Son, como dijo, Marcuse, unidimensionales.
A mí me gustan más los raros, los difíciles, los que tienen una posición propia ante la vida, que rehúyen las mayorías, cuando no las repelen. Entre estos me gustan los que arriesgan y no ceden, los que rechazan los argumentos de las mayorías,que no suelen ser argumentos, sino meros instintos generales de salvaguardia, por lo que no consideran necesario argumentar y, si lo hacen, su pobreza resulta extrema, escandalosa. Encima son especulativos, no tienen certidumbres ni pruebas de nada. Son incapaces de ponerse en ninguna posición, ni en la de uno ni en la otra. Algo sorprendente.
¿Sería capaz de morir por mi libertad de pensamiento, acción y expresión? Yo creo que sí. Esta es la pequeña importancia que les doy. Eso no se dice, sino que se dan los pasos para que pudiera darse llegado el caso. Uno ha de mostrarse como es. Ser creíble. Si eres fuerte, dejar claro tu fortaleza, tus apuestas. A esta gente o esas actitudes se suelen captar y respetar. Siempre he tenido derecho, y a mi edad mucho más, a marcarme mis tiempos, mis proyectos, mi vida. Lo que sé y quiero hacer. Sobre la dignidad, no hay nada que hablar ni escuchar. Menos de tácticas generales de supervivencia.
Ayer viernes fui generoso en la compra de libros. Tres sobre el Sáhara y otros tres sobre literatura canaria.
 



No hay comentarios: