miércoles, noviembre 18, 2015

A día de hoy

el libro que estoy leyendo, Stefan Zweig da para llenar una vida. Mi hermano ya lo había leído
Estar en un trance provisional a edad invernal es bastante desesperante, por las ganas que tienes de pasar página y cortar de lo lindo con la fase anterior. Si paladeas ese veneno iniciático quedas completamente arrebatado por él. Debe ser como pasar de la vida militar a la civil, de la enfermedad a la salud, de vivir en un campamento de refugiados a hacerlo en una gran ciudad. Estoy en un momento muy distinto de mi vida, porque lo percibo así y no lo puedo describir bien. Si lo pudiera definir no lo sería tanto. Los estados de confusión y desorden son los prolegómenos de la cristalización.
Por otro lado y en esta etapa me he visto en un montón de lugares de prestigio, como en la Biblioteca del congreso de EE.UU. y muchos más sitios que ya me he encargado de restregarlos por las pelotas de mis enemigos de clase, poniéndolos al lado derecho de este post. Lo que demuestra que lo que hacía merecía la pena, y sin un solo aval.
He comprobado recién (NAL mediante) que además todo se sabe. Hace años me gustaba lo que ahora me pasa a mí. Ya me lo dijeron hace años dos personas, exactamente: que era mucho más conocido de lo que yo pensaba. Adivinaron que eso era lo que pensaba, o sea que no lo pensaba siquiera. También de alguno que preguntaba por mí con curiosidad.
Ahora lo pienso y sé que es así, que me conocen muchos más de los que yo conozco, lo que me encanta. Aunque no lo haga deliberadamente, a mi no se me encuentra en ningún sitio, otra cosa es que los que me busquen vaya que sí me encuentran, porque no me muevo fuera de mis amigos y no voy a absolutamente a ningún sitio. Fuera de mis dos o tres círculos no me relaciono absolutamente con nadie, ni voy a sitios distintos ni hago nada no habitual. Tampoco o escribo ni llamo más que lo preciso. Menos imposible. Mandé hace un mes un correo (de más) al Faro de Ceuta proponiéndome como colaborador y ni me han contestado.
Siempre me ha gustado el descentramiento, las periferias, los francotiradores, emboscados, ahora también me gusta el hermetismo y la inaccesibilidad, o sea tener presencia permaneciendo oculto e inaccesible. Oteiza, Nietzsche y algunos más, mis derrotas al final y sin pretenderlo.
Mis hijos se quedaron hace dos o tres semanas en México DF en casa –un casoplón según mi hijo- del corresponsal del New York Times para Centroamérica. En esa misma casa está la corresponsalía del periódico, en el mejor barrio de DF. Allí conocieron a un Premio Pulizter australiano con los domicilios en sus tarjetas, casualidad: Barcelona y Nueva Deli.
Le dije a mi hijo, pues dile a vuestro amigo a ver si podrías escribir en el New York Times.
-Imposible.
- ¿Y yo?
- Tú muchísimo menos.


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