miércoles, abril 15, 2015

Empiezo a escribir mi historia en la espera

Esta mañana un vecino me ha preguntado si ya no trabajo. Mi situación es tan evidente que llega a mi propia calle. En el SEMAC preguntan por mí. Sigo vivo.  Demoro mi presencia en los juzgados de lo social, porque sé que en los cajetines o bandejas no va a ver casi nada –los que éramos habituales poseíamos uno de esos para hacer más rápida y directa las notificaciones- y efectivamente  así ocurre. En todo este mes ni un solo acto que realizar. Vacío total.

Al parecer preguntan mucho mis compañeros por el desenlace judicial. Aún nada.
Llevo mucho tiempo, más de un año, resistiendo a todo este juego de humillación y castigo dos veces por semana, más todo lo derivado como lo antedicho. En mis días de consulta aparece ahora la  abogada T, hoy por ejemplo estaba el clan familiar. Es otra demostración. No solo me quitan todo sino que también ponen, pero para que vea que no existo. Aparte de ser muy  buen fajador, tengo otros estímulos y soy inquieto amen de resistente. Como el impasse se alarga, ya he emprendido algunas iniciativas.
Ayer inicié la historia que tengo que contar, había escrito bastante en cuadernos y a impulsos, pero no en  ordenador que es cuando el proyecto empieza a cobrar consistencia. Empecé copiando pero seguí improvisando. Historia me sobra, pero me faltaba la forma, el punto de vista, el tono. Escribir sobre sindicalismo, por mucho que seas el único  -y encima es verdad, ¡qué vida la mía más absurda!- que lo ha analizado en sus circunstancias reales y concretas, es un tema de nulo interés. En mi anterior libro -el comienzo de esta historia- alguno leyó sólo lo que contaba de mi vida y experiencias, y se saltaba todo lo relativo a sindicalismo. Otro tanto ocurre con el laboralismo. Ya no puedo acudir a mi historia personal y experiencias porque ya está escrita, por lo que te quedas como un oso blanco sobre  un trozo de hielo desgajado del gran iceberg o continente.  Cuánto intelectual, cultural o socialmente menos dé de sí  el tema, mayor es el reto literario y ensayístico, que es lo que me ha animado, pero hay que pillarlo. Y que el Rapsoda me haya dicho hoy, que escribo distinto (prensa),  que le gusta más. A lo que le he dado muchas vueltas (la ejecución).
El caso es de prensa, porque es noticia en el sentido de dogmática periodística. El hombre no muerde al perro: noticia es si lo hace, porque es al revés.
Esta historia que contar tiene una vertiente que es la que menos me interesa, que es la jurídica. Si singular en un sindicato es el mobbing, no lo es menos la concentración de piquetes llegando al unísono: más de 30 que gozaron de permisos sindicales aquel viernes 31 de octubre de 2014. Si procesalmente no cuenta –y están los jueces acostumbrados a escenificaciones no ejemplarmente maduras-, sí puede ser interesante desde el punto de vista de la comunicación social. Esto por tanto es de prensa y empresas. Infinidad de   testigos  observaron la bravía irrupción de los escuadristas, lo que son las cosas, hasta de la Junta directiva del Colegio de Abogados vieron al escuadrón llegar compactos. No aguanto las intimidaciones fascistas, durante el franquismo me rondó la extrema derecha/policía. Se limitaban a hacerme llegar que me tenían controlado, con llamadas telefónicas de madrugada con silencio, y muy medidas, de lo que tengo un recuerdo vívido. Imponían mucho.  Sin darme cuenta ya tengo escrito el artículo sobre los escuadristas. Que esperen también. Por cierto ahora mismo -lo puedo volver a decir- en el digital de El Día, mi artículo de ayer es  el más leído. 
Como justiciable no pude hacer nada, pero sí como ciudadano, que lo soy en todo lo que no soy justiciable, fuera de ese delgado fragmento o episodio. Y fuera  también de mi mundo laboral hago más cosas, y  estoy haciendo un esfuerzo por llevarlas a cabo. Algo tan sencillo como leer entresemana. Mi empresa me paga ahora  para ello, aunque no todo.
Ayer empecé a escribir la historia que estoy obligado a contar. Los ensayistas somos moralistas en el mejor sentido, siempre, y  aunque elípticamente, propugnamos un “deber ser”.  Estoy ante una mina, cierto que no es de oro ni de ningún metal valioso, pero es una mina. Si seré moralista, que en mi libro “Abogados laboralistas y pos-sindicalismo”, escribí todo un capítulo sobre moral, ética y deontología de los abogados. Hice un esfuerzo de reflexión, también tenía motivos.
Sobre que dos abogados/as laboralistas declaren en un juicio de mobbing  a favor de la empresa, no soy quién, ni me compete lo más mínimo, para hacer valoraciones desde el punto de vista procesal o de la justicia. Ahí no soy ni abogado, sino mero justiciable.
Pero como alguien comprometido políticamente toda su vida, puedo y lo he hecho, escribir sobre laboralismo, y puedo  y lo he hecho, escribir sobre moral y ética en la abogacía. Esto también da de sí. Y de la resultante de todo ello puedo reflexionar sobre el mobbing, allá donde no le interesa al núcleo procesal del derecho. Sobre conductas grupales cerradas y que llegan hasta el final. A una escenografía increíble, casi wagneriana. Coros y fanfarrias.
Me temo que seguiremos. Como abogado quiero mantenerme ajeno a pesar de estar ante cursos de historias que no se solapan ni influyen. La justicia tiene su campo y yo como ciudadano tengo un gran abanico de actuaciones y posibilidades. Pero soy abogado que cuida el respeto y las formas, mientras espera el curso judicial.
¡Qué de mi impaciencia e impulsividad! Lo que es la vejez (joven). 


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