lunes, abril 28, 2014

Mi libro de literatura canaria por la Península

El Ensayo en la Literatura Canaria ya se puede adquirir en varias ciudades andaluzas, directamente en librerías. Amén de las que lo anuncian en sus webs, con el precio y días para la entrega.  
No pensaba yo que fuera tan rápido lo  de libreros y distribuidores, que son los que cortan el bacalao, quienes deciden la presencia  de los libros en los mostradores.  Existen  ámbitos de ignorancia circular e insultante, y de juego y fantasías,  en los que se cree que es el editor el que acerca el libro al lector, sin saber deslindar todavía  cada función. Parece todo  muy tosco, ramplón, estulto, sin embargo ocurre, así es el nivel: alucinante en todos los sentidos. No hay palabras.
A mi editorial se le ha caído su distribuidor (ha cerrado) del centro, Logroño, Aragón…  muy activo con el Sáhara mío, por lo que la literatura canaria acusará la falta de inmediatez en toda esa zona. O no.

 Del jueves a hoy eventos, pero sin fotos. Cuando no hay fotos la sensación es  de  que nada ha ocurrido, y eso que lo pensé. El jueves fue el cumpleaños de Fer. Os miraba y no sabéis lo bien que os conserváis.  Que te digan eso es  como si te lo dicen al revés.  En el Capricho, y después gin tonics, tuve que comer algo. La fijeza antropológica se observa en lo hondo, que son  las costumbres, en lo inconsciente y  así siempre  dispuesto. Son más que rituales.
Parece que hay una renovación, se copian platos, se han oído campanas, pero se sigue sin saber hacer una tortilla de patatas,  comí con cuchillo el mazacote. El vaso helado se mete en la nevera boca arriba, el agua permanece  dentro y se forman luego  lascas de hielo, que las saco con los dedos. Me pongo un poco impertinente, pero como no se sabe nada de contrastes, no importa, nada se entiende.
El viernes Termini, modelo cuartelario, allí nos ponen directamente las cazuelas y sartenes  sobre la mesa, siempre da la sensación que han previsto el triple de comida y la tienen que tirar, algún día nos pondrán tapers para que nos la llevemos. Todo es gratis, por lo que la sensación es mucho peor.
 El sábado, casa de Yisas y Amparo. Mi hermano ha ido a las 7 a ensayar para el sanguit. Amparo canta de ensueño.  Un neurótico obsesivo, son más de las 10 y nuestro  pianista de pelo  checo o ruso  no ceja en su empeño. La casa es realmente singular –son una pareja reencontrada y  Yisas un retornado de Extremadura. Mi hermano me había dicho, es muy acogedora, y lo es. Tiene algo de estudiantes, de nido de amor, aunque  sus hijos  de otras parejas son ya mayores. La cama casi a ras de suelo, telas en la pared, detalles artísticos, instrumentos musicales colgados. Está a su medida.  La gran cuestión  es  esta  ¿se puede mantener toda la vida un modelo  juvenil? Al parecer sí. En eso y más cosas.  A mí me sale, pero me  falla mi veta  existencialista. Yisas ha hecho delicias indias, una experimentación del miércoles de boda. Está todo muy bueno. Me he avenido a comer.
Termino de leer el libro de Pushkin Eugenio Oneguin , miro la portada y le estampo un beso, jamás he hecho cosa tan adolescente femenina. Uno resulta ya impredecible. Bueno lo hace mi hermano. A Tolstoi  y a Nadiezha Mandelstam.

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