jueves, marzo 27, 2014

Tener que decir /Escribir en lo no escrito

Bogotá
Mañana celebramos junta gracias al activismo del secretario  de la Asociación de amistad con Israel. A una hora intempestiva: a las 7 de la tarde. No recuerdo haber estado más de una vez en el último año a esas horas en la calle. Tengo curiosidad por ver a la gente pasear, correr o ir de compras. Tendré la impresión de que estoy de viaje. Como el Líder: siempre viajando.
Seguimos pues vivos, aunque sin actividad, si bien preparados para ella, para lo que es menester  cumplir con las formalidades administrativas. Nadie se ha dado de baja ni pasa, tampoco es que seamos muchos, más  bien muy pocos, pero, como diría el sabio alemán Ratzinger, minoría creativa y no tengo a mano el teléfono de dos personas que había captado.
Voy a ver si me explico, si el blog fuera el consciente solo aparecería de mí una parte ínfima en relación al inconsciente, como en los cuadros que se hacen de la personalidad y el Yo. La primera parte del enunciado es cierta, solo aparecen aquí algunos aspectos de la vida de uno. Los irrelevantes, festivos  o de tono frívolo o beligerante. Cualquiera de estos términos sin el otro sería un horror. Que es como era Zapatero alternativa o simultáneamente, pero sin conciencia de nada e inocencia oceánica.
Resulta que la parte oculta que se suponía debería ser el inconsciente: impulsos incontrolados que no siguen un plan manejable, es en este caso la parte volitiva y luminosa que sigue  directrices matemáticas. De aquí que llegue desmotivado al blog y mareando la perdiz sobre el escribir. En un mes he resuelto y prácticamente escrito otro libro, de la forma más feliz y acertada que nunca hubiera imaginado posible. Cuando estoy saboreando el nacimiento del anterior y hasta entonces carecía de cualquier proyecto.
A una edad se dan cosas paradójicas, mientras la capacidad de entusiasmo se enfría y las  fantasías se sustraen, hay energías, más que pasiones, que resultan tan incontenibles como en la juventud, pero sin  arabescos, ni burbujas,  ni distracciones, ni desmayos, sino poseídas de fines directos, que casi llegan a arrollar.
Eso solo puede ocurrir si no escribes sobre lo que ya se ha escrito, ni haces desarrollos,  modulaciones, juegos y variaciones  de campos trillados.  Solo al final de este post he descubierto algo para mí muy importante. El TENER QUE DECIR era en realidad  ESCRIBIR EN LO NO ESCRITO. Crepitar. ¿Estaré exagerando?

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