martes, diciembre 17, 2013

“Orgullo canario”, sí, lo acepto

Lo más deleznable de los nacionalismos es como logran que los más toscos, mediocres, devaluados, anodinos pueden sentirse enfáticamente orgullosos de la condición colectiva más común, externa y peregrina, que los redima. Los donnadie  (aunque también están los listos/hábiles con objetivos muy precisos) son exaltados del subsuelo de su menudencia a un mundo solar refulgente y henchido. Mérito: ser/estar y formar, o sea  ninguno. Así resultan.
El orgullo al que me refiero no es el natural por tener dos piernas y dos progenitores, ser europeo,  de Torrejón de Ardoz o aragonés, sino el proclamador, ostentativo, diferenciador, colectivista, nacionalista y tribal.
Un  gran poeta grancanario, Domingo Rivero -muy considerado  por los hermanos Padorno-, decía en un poema que él era el mejor poeta de su calle, pero que su calle era muy corta. Como la mía y como yo.
Resulta que el representante de la última negociación de la delegación de un alto y fundamental organismo internacional, radicado en Washington, con el Gobierno de una importante nación sudamericana en su capital, ha sido un veinteañero santacrucero y canario, de mi calle. Asumo y comprendo a partir de ahora el “orgullo canario”, por ser efectivamente tan   legítimo, natural y concreto. Ya me ha costado entenderles. Por lo que les pido mucho perdón, sinceramente o así

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