domingo, noviembre 03, 2013

Surf: olas de 30 y 7 metros

La ola de 7 metros de Pipeline
La noche de Hallowen, los padres de tres americanos fuimos con mi hermano  a la calle de la  Noria, en realidad coincidimos con Hallowen.
Pendencié un poco con un tipo de un bar cercano a la iglesia, que  se caracteriza por algunos lances de incorrección con mi hermano, por lo que  me comporté como si colgara de mi cinto un colt 45 y así se lo hice ver. Luego fuimos a nuestro bar, muy cerca del escenario, donde un grupo tocaba  canciones de Maná. Si me permiten: era maná.
Eternos, XY y yo bailábamos –seguíamos felices el ritmo- en nuestros sillas, yo   ni me levanté, y los del bar nos volvieron a invitar a otra copa.
Hablé con Fer de cosas muy interesantes, entre otras de surf. De la mega ola (30 m) que habíamos visto coger por televisión frente a Faro en Portugal, de la Pipeline de Hawai (7 m), y del mundo del surf.
De adolescente y en la primera juventud era bueno nadando  y remando. En lo único.  Saqué a varios de la corriente de la ría de la costa vasca (que llegando a bajamar hasta se forman remolinos de la fuerza que trae) y una vez a un ahogado: nos tiramos muchos pero yo fui el único que no se rajó y llegó, y lo trajo (muerto). Cuando más espectadores he tenido  (más que con mi hermano en nuestros espectáculos), fue en dos ocasiones que cruzamos la barra remando con mar endemoniado, antes de que llegaran los surfistas  australianos y cuando era tabú la barra, teniendo al público en trance emocional de posible e inminente  tragedia presencial. Como me sabía bueno –había que saber remar y conocer muy  bien aquel mar- no tenía duda de que  pasaríamos, y que si volcábamos saldríamos. Nunca pasó nada.
Con estos honrosos antecedentes, fui una vez con Fer a hacer surf, no había hecho nunca y me hallaba mediada la treintena, pero pensando  que igual me levantaba. Llevaba años sin nadar y de forma insólita me daba miedo adentrarme mucho donde cubría. No solo no puse la rodilla sobre la tabla, sino que a punto estuve de abandonar la tabla para poder salir (si salía), ¡yo que había sido capaz (no era el único, pero casi) de superar a la contra  los puntos de máxima corriente de la ría, tanto nadando como remando…! Un poder que se eclipsó por entero, y  muy poco faltó para que ocurriera   de la  forma más   humillante de las posibles. Bueno, creo que fue así.

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