martes, noviembre 12, 2013

¿Signos en las salidas de la cárcel?


Ves las fotos de la ficha policial de  Troitiño o de Aginalde  de antes de ingresar en prisión y se constata  que han cumplido años en la cárcel, el primero está irreconocible, lo que está muy bien. Troitiño no es el único etarra de procedencia foránea (gallega), el mítico Txiki fusilado en 1975 lo era  de Extremadura. Uno que conocí bastante que también era como Txiki hijo de Guardia Civil pero gallego,  murió en el asalto (no con pistolitas sino con fusiles ad hoc) a la central nuclear de Lemoniz. Lo liquidó su propio Cuerpo (paterno).
A día de hoy no cuela nada la épica de  la lucha de liberación con revoluciones socialistas anejas, y podemos detenernos  como si fuéramos buenos  biógrafos de ellos, en las motivaciones personales para acometer  actos tan extremos como paradójicos, que han de ser distintas de las de los provistos de muchos apellidos vascos. Mayoría absoluta al comienzo.
 Los emigrantes, y yo lo vengo a ser, propenden a ser unos vendidos y hacerse perdonar, ya que contaminan la pureza de la región de acogida y  “desnacionalizan” ,  individuos a los que yo suelo detestar muchísimo,  aunque  en mi juventud los admiraba.
Ignoro lo que pasa en Irlanda, único parangón del terrorismo vasco, pero en el País Vasco la integración social es enorme. Integración social y comunitarismo, y máximo aprecio de lo colectivo. Que puede estar muy bien para algunas cosas y ser odioso para otras.
Aunque siempre se cita de pasada, no es entendible el terrorismo sin la vigencia y función social de las cuadrillas vascas. Sin ese universo masculino que hace acopio intenso  de todos sus valores y símbolos: valentía , entrega, coraje, camaradería, solidaridad,  afán de reconocimiento, sacrificio, heroísmo… Una adolescencia  abierta a ser ejercida en plenitud. Bueno, quizá incluya  sin querer a los psicópatas y psicóticos, tan numerosos.
El terrorismo vasco ha sido fundamentalmente  deseo de reconocimiento, pero no de una identidad colectiva flotante y fumarola, sino de la identidad radicalmente personal  entre tus amigos, cuadrilla, pueblo, barrio, txoko o gradas de San Mamés. Un altar de héroes para  una vida privada pública.
Tengo libros sobre la liturgia funeraria y sacrificial en el País Vasco, que relacionan antropológicamente tanto la  antigua  como la etarra.  Asistí  a recibimientos de presos y exiliados  y al menos al rito funerario de un  etarra muerto en combate. Con el rito funerario la emoción que te embarga es  la que, curiosamente en  la  ahora plena comunión con/en el Pueblo al abolirse todos los límites, anula  la muerte. El gudari es el único muerto, los demás viviendo y sintiendo la erradicación total de la propia muerte. Una conjura de inmortalidad.  Irrintzis, txalapartas, puños en alto, cancionero etarra, el himno del soldado vasco, conjuras, mártires ejemplo a seguir... prácticamente ¡Gaza!
También observo por cómo salen los etarras de la cárcel, apagados, solos y esquinados que la lucha de liberación y por el socialismo se ha precipitado en el abismo de lo profano. Sin ritos, liturgias, simbologías, sin la sangre sacrificial queda completamente desacralizado todo un universo y una cosmovisión. Ahora es lícito todo: abjuración, desentendimiento, huida, mofa…
 Se nota, y es momento de empezar a escribir la historia y no parece que vayan a ser ellos quienes lo hagan.

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