domingo, octubre 13, 2013

Contra Ortega en el Casino

Ayer el libro para nuestro encuentro en el Casino era la Rebelión de las masas de Ortega y Gasset, propuesto como es lógico por mi hermano.
Aprovecho para anunciar que mi hermano ha sido invitado por la Sociedad el Sitio de Bilbao a pronunciar una conferencia en diciembre. Le advirtieron que por razones presupuestarias podía ser este mismo año. Por allí se da mucho la costumbre de decir y hacer lo que se dice. Exactamente como allí.
Ayer ya en la cena en el casino todos se referían al “periodista”. Antes,  me había encargado  de situar a Ortega y Gasset en las coordenadas que le corresponden, apearle no ya de su aureola de filósofo de relieve, sino de  corromper su propia condición de filósofo y reducirle a periodista.  Creo que ni se oyó una sola vez su nombre  ya que todos  cuando nos referíamos a él decíamos “el periodista”.  Mi hermano aporreaba  el piano con  furia cada vez que se mentaba  el significante subrogado.  No hablamos por hablar, ese ensayo también  fue publicado por  El Sol de Madrid. Fue un meritorio periodista, a decir verdad.
Otra de las cosas que logré se aceptara  fue tomarlo como un autor para  conferencias ante un público preferentemente femenino.  Que era  muy fácil de adivinarlo y al que siempre se dirigía. Un periodista coqueto. En realidad el periodista fue un filósofo muy liviano, un discípulo de Heidegger que se había encaramado a la “morada del ser” de noche y por el balcón para procurarse unos pocos efectos.
Una especie de moralista del S XVII, un pedagogo, ensayista, divulgador con un tono profesoral que se hace indigerible. Un  jesuita hablado y pedante, pendiente de la turbación de alguna dama, a la que incita con los arabescos femeninos que contiene su escritura  dirigidos  a  ser apreciado por esa sensibilidad. Una escritura que huela a colonia, lociones y masajes faciales.
Se ve además que escribe como si dictara una conferencia, ampuloso, efectista, declamatorio, sentencioso, de forma que se percibe en todo momento cómo se  oye al escribir.
Es un antiguo y un clasista español, que distingue a las minorías selectas y egregias del hombre masa, a lo que nada habría que objetar. Pero aflora esa España por fin burguesa y liberal, autoexigente que no encuentra su espacio ante la aristocracia de sangre, y copia alguno de sus tics como si se avergonzara de los codos gastados.
No he leído nada del pensamiento conservador español (si exceptuamos a Agustín de Foxá) –tampoco del pensamiento de izquierda sencillamente  porque no ha existido, no hay  un solo libro ni autor- pero dudo –si Ramiro de Maeztu o alguno de esos lo permite- que  haya habido un autor más nietzscheano que nuestro periodista. Aunque es un nieztscheano  cobarde, un   comedido funcionario que lleva las camisas perfectamente planchadas al Café, que en cada línea se está justificando, lo mismo ocurre cuando despacha al bolchevismo y a Mussolini.
Es un antiguo porque es un totalizador, porque habita y nos hace habitar  en un mundo reticular donde todo obedece  a esquemas  cerrados, a sentidos claros y unívocos, cuajado de simetrías y correspondencias, causalidades, analogías y correlaciones  precisas, historia sagrada por todas partes, para que todo quede  perfectamente sellado. La circunstancia resulta que no era  otra cosa que la total  sistematización de la vida, ni Hegel. Responde hermano: ¿de dónde sacaste el ídolo de barro?
De filosofo tiene bien poco porque se guía básicamente por las intuiciones, no razona hasta el fin, ni sigue los procedimientos  abstractos y articulados del entendimiento y la razón, enseguida se cansa y se abre al gran público, a la conferencia y el aplauso femenino. Esta dimisión en toda regla la enjuaga con   ópticas y  visiones que  esquematiza con  puntas de aceleración  que seguro observó  en el hipódromo de la Zarzuela y que le hacen alborozarse.
            Últimos anuncios: el mes próximo nos reuniremos en el OLIVER, hemos decidido combinarlo con el Casino.
Y próximamente estará el BLOG –si Arturo acierta a poner bien el  nombre- de nuestra tribuna de opinión, que rescata un nombre de otra histórica local.               


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