lunes, septiembre 09, 2013

Apocalypse tomorrow


 
Por la foto del post de  abajo puede establecerse que estuve en Puerto Banús, y colegir que muy posiblemente pedí que se me sacara esa única foto para colgarla en el blog. Y dejar constancia.  Pues sí, así se hizo. No puedo contabilizar las veces que me las he podido sacar: son muchas, incluso nocturnas, y no lo he hecho hasta ahora. Parezco tonto.
Ya puedo decir que mi conocimiento de Marbella es reticular,  esencial, tangencialmente interno (si se  me permite la torsión) y en alguna medida visceral, empírico, sustantivo… como también podría decir, como hace el coro de vibraciones  pequeño burguesas, que hay magníficas playas muy guays, asequibles y patrióticas, populares, pero reservadas y extensas, etcétera sin necesidad de moverse mucho de la residencia habitual. A mí me dan tanta envidia que sigo no ya sin ir, sino sin conocerlas siquiera, a excepción de Las Américas: núcleo central del territorio, mi axis mundi,  y Las Palmas.
Los que ocurre es que todavía nadie, que se ha agasajado tanto fundiéndose en arena y salitre  sobre  los territorios sobrevolados hace escasas horas, me ha contado nunca nada. No es lo mismo no tener ganas de oír, que no te tengan nada que contar, que es bastante peor. Es que ni se te ocurre preguntar. Yo me entero cuando van a ir, pero jamás cuando vuelven, al punto que no sabes si al final han ido o no.  
Sinceramente prefiero identificar un rolex en una muñeca (porque Al tiene uno que le regaló Serena cuando dieron la vuelta al mundo, aunque de segunda mano) y observar la muda constante de idiomas entre las mismas personas, la forma de comportarse, las maneras, tener ante ti actitudes psicológicas y sociales que te induzcan a indagar, interpretar, descifrar y estar atento e interesado por una vez. Es una suerte  ver desfilar mundo (“abrir mundo” decía el Maestro Heidegger) ante uno, mundo orográficamente esplendoroso, veraniego y burbujeante sin la  horrible planimetría del acostumbrado. Estar sin estar, que es la gracia. Lo diré en alemán: no mero stellen sino gestellt/gestallt (si no me corrige mi hermano). Presencial, no perteneciente. Merodeador siempre.
La Costa del Sol relucía como esa mágica  tarde de verano al borde del mar cuando no existe ni puede existir nada más allá  de lo que observas en ese  momento. Yuxtaposición de estados de interés y perspicacia y serenidad plena. De repente la temperatura, la luz y la presión atmosférica dejaban de ser  datos externos, para pasar a ser  cualidades internas que se hubieran incorporado a uno y quedaran instaladas  en tu propio  cuerpo. Hay gente que por  la mitad en lugar de irse a Marbella se va al desierto o a los Alpes. Para nada.  Es gente con prejuicios, pacata y aburrida, deseosa de simulacros, que diría Braudillard, y teclear “emociones” y a ver que sale. Gente incapaz de saborear un gin-tonic en un chill out de la playa de Marbella o cenar en Fuengirola a tres metros del mar, dando un poco la nota bulliciosa  y estridente. Estuve pesado, para variar, aunque ameno: escuetos diálogos en inglés elemental sin parar.
He acabado más que harto de merodear por los ámbitos marginales, que son idóneos  para las erupciones juveniles más neuróticas, y los he conocido políticos, culturales, bohemios, parapsiquiátricos y me dejo alguno, donde jamás me he asomado ha sido a los drogadictos.  Yo ahora necesito llevar gafas de sol de marca, por ejemplo.
Pues desde la Costa de Sol, mañana  a la Apocalipsis o algo similar. Qué lejanos ya mis estudios de agosto y el cálido vacío que los envolvía.
He traído libros celestiales. Por fin pillé en Málaga city el Pan desnudo  -con otro nombre ahora- de mi admirado Mohamed Chukri. Lustros agotado. Es lacerante que apenas se edite nada, con todo lo que se podría hacer.
Lo cierto es que no me gusta moverme fuera de Miami y Marbella en verano. Los conciertos en Bayreuth, para mi hermano.
 
 

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