jueves, julio 18, 2013

Mero (somero) (vulgar) divulgador

Tiene que ser bastante lamentable amasar conocimientos para luego ser un mero/somero vulgar/divulgador. Me topé recién en el Corte Inglés con un compendio de la historia de las  religiones. Y como era historia y eran todas, lo compre. Así repaso, pensé. El autor es un ingeniero mayor, dos más que  la añada de mi madre. Es un poco todo sin pies ni cabeza, de forma que en las  primitivas deidades mitológicas del Creciente Fértil no coincide uno de los nombres con los que conocía.
Este ingeniero  es un divulgador que está en posesión de  un amasijo de conocimientos apelmazados: o le faltan o le sobran  (a efectos expositivos, no de sapiencia elaborada); las líneas de desarrollo directamente  no existen. Es una especie de bazar o un Todo a 100. Como podemos llegamos al cristianismo, antes se ha permitido chistes de obra como los piropos, y destila conservadurismo aromatizado con librepensamiento de garrafón.  Pero eso en España tiene fácil arreglo: coger la ola.
Con el cristianismo se luce nuestro intendente, almacenero, guarda, acaparador sin criterio, o copista, ya que lo descubrimos súbitamente   crítico (burlón), una especie de Sócrates con el grosor  epistemológico de Kant. Se mofa incluso, nos advierte que son patrañas y que todo en la Iglesia es finalmente lucrativo (los insoportables hispanos benditos). Con el Islam, balsámico; pueden producirse malentendidos y  episódicos descarríos, pero la doctrina intocada. Refuta nuestro ingeniero a Santo Tomás, embiste contra el cuerpo teológico  de la 5 vías de demostración de la existencia  de Dios (un evidente esfuerzo intelectual) y lo cornea  con una palabra prestigiosa, una risa jocunda :  oscurantismo u otra palabra de apresurado y fácil punto final.
No entender la importancia de la religión o el mito denota muchísima incultura. Creo que es el mayor signo. Algo que está muy bien para  el páramo cognitivo de IU y magma progre afín de mentes adelantadas y lineales. Ese punto siniestro de la España inculta, zafia, vaga, anti-intelectual, gregaria y cobarde, aspaventera, demagógica, capaz de  olfatear  de lejos la corrección  y los estándares de la calle,  y  plegada siempre a la voz dominante, con pujos encima de estar de vuelta, alimenta aún más   mi antiespañolismo. No creo que en otro país pasen en estas cosas tan frecuentemente, que  haya tanta incultura como en España.
Y eso que España podría cautivar  por interesante –infinitamente más que sus cómicas regiones-estados imperiales-, con los que no hay nada que hacer es con los hispanos (o españoles).
Me paso al último libro sobre el Islam que he leído y lo tengo  aún a mano, es  de un argelino y todo es normal, no se ve obligado a presentarse y a hacer figuras estúpidas.

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