jueves, mayo 09, 2013

EL dispositivo de seguridad

Hace un par de semanas sufrimos un intento de robo en el dédalo del Complejo. Los hechos se produjeron en torno a las 12 del mediodía. Un vecino que fumaba en la ventana vio a un tipo joven y mal encarado traspasar hacia la calle la cancela de nuestra casa-complejo y desatender los chisteos de sus colegas que estaban sentados en las escaleras exteriores del vecino. Actuaba de avanzadilla. El ladrón vio al vecino  y se hizo el longuis. Los otros dos presintieron el  riesgo y se fueron tras él. El vecino tenía que ir con su mujer a hacer las compras  y vio en las cercanías a los sujetos sospechosos. Por lo que, sensible a su corazonada, regresó. Y les vio metidos ya  en la parte exterior del Complejo.  Comenzó a tocar la bocina  y los ladrones huyeron por el tejado del garage vivienda (parte del complejo). Llamó a la policía que realizaron unas comprobaciones visuales. Ese día y el siguiente dormimos con la luz del exterior del complejo principal encendida.
Hoy he encargado un dispositivo de seguridad a la República Popular  China. Es un precio en dólares muy razonable. Tras desechar el cuchillo de monte, por inservible en ausencia.
Además de urdir con un  exvigilante otro  sistema complementario de seguridad y vigilancia que no puedo desvelar por múltiples razones.  Disponer de un sofisticado sistema de seguridad me hace sentirme un hombre solvente, instalado en la vanguardia de su tiempo, con una  posición social y moral importante. Esta decisión equivale para mí a ese nivel que confiere el  estar en posesión de una colección de corbatas de grandes firmas, y realizar  guiños entre comensales en un restaurante de lujo, tras  dejar al conserje  las llaves del coche para que lo aparque.
Cuando hace unos años tuve mi primer coche de cuatro puertas, me sentí  de alguna forma realizado y triunfador, a pesar de que  aquel coche  era de cuarta mano, fácil. Tenía la chapa como la del Titanic.
También tengo a mi hombre de confianza, mano  derecha y brazo armado: el Rapso, que en el próximo viaje tiene encomendada la seguridad del Complejo. Ayer miércoles nos entregamos, una vez más,  al cervecismo y le di las instrucciones para la contravigilancia, supervisión activa  y disuasión  pasiva. Me dijo XY: miércoles,  has estado con tu amigo ¿no?, sí, pero no es el único.
Me ha llamado Arturo para recordarme la cena del sábado del Casino, las famosas lecturas liberales, que solo le queda el final de Tocqueville, y se supone que la ética de  Max Weber lo tiene leído. Yo voy por el comienzo de ambos  - a Weber lo leí hace años, sin aprovechamiento-, y no me va a dar tiempo de poder pasarme por un intelectual incisivo; no,  no puedo pretenderlo todo: ser un triunfador y un intelectual esquivo, cáustico y con rencor hacia el mundo por hurtarme gloria y leyenda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

-Siento el intento de robo, la situación se deteriora. Claro que sería peor si no se hubiera quedado en intento.

-¿Las llaves al conserje? Será para llevar su coche a desguace, al menos si es el mismo desde el cual usted me lanzó unos vivas a Israel. Puede que sea su mismo primer 4 puertas.

-El acero del Titanic dicen que era de mala calidad y se volvió frágil por las bajas temperaturas.

-Terminé y hoy devolví a La Granja el primer volumen de Tocqueville. El segundo ni lo intento. El Webwe con el audio ya lo doy por leído.

-En San Borondón escuché una vieja canción revolucionaria: " Cuando canta el gallo blanco se acaba el día, si cantase el gallo rojo otro gallo cantaría...".

-Nos vemos con Tocqueville y Weber.

-Me tiene que firmar un ejemplar del Sáhara bis. En la isla hoy sólo les quedaban tres ejemplares. "Un empleado a otro: -¿Lizundía? -Sí, ese señor que viene tanto."

Salu2, EDH.