martes, marzo 12, 2013

El regreso de Ezequiel Pérez Plasencia

En google se asimila literatura periodística a periodismo literario pero no creo que quepa asimilarlos. Periodismo literario puede hacer mucha gente y no tantos la literatura periodística. Quien sí lo supo hacer fue Ezequiel Pérez Plasencia. Lo conocí a través de nuestro amigo Rafa, primero de referencia y luego personalmente, de forma breve pero  suficiente para caerme bien.
Ayer cuando subía paré en la biblioteca, debía devolver libros y sacar otros canarios. Me encontré con El regreso de Calvert Casey del que es autor Ezequiel, no me gustan las fotos de La Habana desvencijada y ruinosa como la  que aparece en la portada del libro y que tanto embelesan  en España. Lo abrí y pronto decidí  llevármelo, fue ayer y ya  me lo he leído, a pesar de tener ayer como hoy jornadas laborales acuciantes.
Es un libro perfectamente compuesto y que ofreciendo un amplio recorrido por la literatura cubana con testimonios de primera mano que aglutinan el exterior/exilio e interior de forma muy abierta y crítica,  no por ello deja de  ser  un libro de un viaje en el que el autor tiene un papel absolutamente dominante en torno a su mundo más personal: anhelos, búsquedas,  sentimientos, costumbres y mirada burlona sobre sí mismo. Todo se entrelaza con suma habilidad, y tiene voz. Tantas referencias y testimonios literarios de terceros, incluso historias literarias, no son suficientes para eclipsar al autor o subordinarle. Está él con su alegría, desazón, proyectos, decisiones ¡y omisiones! singulares  completamente a su aire.
Nos cita a Thomas Bernhard -no así a Peter Handke-  y a  Robert Walser. No todos leen a Robert Walser, Ezequiel  ya  tiene madurez para no tomarlos de modelos, cree en su propio camino, ni a Joseph Roth (otro citado), cuyo periodismo literario es de lo mejor que he leído, y asombra la claridad con la que ve su propio rumbo.
Es un libro que logra los máximos  resultados, nos deja una visión del mundo cultural de Cuba muy valiosa, de La Habana -la isla dentro de una isla que decía Cabrera Infante-, pienso que difícilmente  olvidable, de sus localizaciones tan cargadas de literatura, nos  ahorra todas las tediosas descripciones –hay cruces de calles letras, y punto- , ya que  es sin descripciones como los lugares alcanzan la mayor vibración y aura, porque los encuentros o pequeños acontecimientos se producen  irrepetibles y centrales. Hasta hay una heroína, y un sexo lejos de lo consabido. La Habana aparece con un semblante oblicuo y abstracto, sin papagayos, esterlicias y delfines.
Cómo logra alcanzar tantas cosas… en eso está  el arte y el talento.
Empero 2 máculas. Recusar su sonrojante  hagiografía del Ché. Hace 15 años ya se sabía  quién era, está documentada  su homofobia, su crueldad, falta total de escrúpulos y su delirio inhumano de redentor flamígero, como también  la frase  final pancarta sobre el  "bloqueo económico y político", que  la realidad refuta y no se corresponde mucho con lo que él ha narrado hasta entonces.
Lo que no sé es  de donde sale el pretendido culto de Ezequiel  por Camus –tampoco vi nexo alguno en su muy lograda  obra premiada con el Rulfo-, ya que las ligerezas de arriba  son absolutamente  incompatibles con las ideas  y lo que representa Albert Camus, incluso con su biografía. Convendría revisar ese supuesto culto. El “hombre rebelde” de Camus  no es precisamente el Ché que es justo la antítesis, ya que la de él es la rebelión más metafísica de todas las concebibles.

 

 

 

 

 

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