miércoles, marzo 27, 2013

El ansia de petrificación

La posmodernidad se muestra  prematuramente en el mundo del arte, y en concreto de la arquitectura, en la confluencia de los 70/80. La modernidad reniega de cualquier avance y desarrollo, y se pone a bucear en su propia historia (la del arte) y a jugar con ella. En 1992 Francis Fukuyama (un hegeliano americano) sentencia: la historia ha muerto.
La posmodernidad incorpora todos  valoras culturales actuales: el relativismo como absoluto, el pensamiento débil, la deposición de la razón, hedonismo, consumismo.
Con todo este pack ya perfectamente interiorizado a nivel cultural e ideológico, que no es el mejor,  nos precipitamos en la globalización. La globalización es ya un tema mucho más fuerte y material  porque afecta  a la base económica,  a la realidad  infraestructural.
Globalización en la base económica y posmodernidad en la superestructura cultural. Un dualismo aciago.
Así la  época, surgirían  más tarde todos los desencadenantes de una nueva era ya radicalmente distinta: subprimes, ladrillo… factores  exógenos y endógenos. La mentalidad previa era deletérea y tóxica, estábamos abonados a los excesos gratuitos, a la espuma.
Ayer hablamos de que ya algunos niños llegan sin desayunar a las escuelas, unos sí y otros no, y de los comederos sociales. Una  funcionaria de la izquierda genérica, aboga por la obra social de las cajas de ahorro. No ve, ninguna  cesura o hiato, una situación descompuesta entre niños y obra social (no se resigna), si  no tienen para desayunar es que ya no queda margen para obras sociales pseudo bancarias, o de qué estamos hablando. Nadie puede garantizar nada, no un gobierno sino una coalición de gobierno, no solo están los factores internos sino la extrema dependencia  y aleatoriedad de los externos.
Como dijo nuestro catedrático de ecología en el casino el  sábado, estamos ante una crisis (extrema) de complejidad, no hay conocimiento ni recursos para combatirla, estaríamos  en el Renacimiento. O cerca del colapso que supuso el final del Imperio romano.
La de la izquierda genérica se queja también de todo el empleo que se está destruyendo, como si fuera designio de una  voluntad perversa, o entronización de una situación inmerecida e injusta, que no pueda ocurrir nunca con ellos. Los mortales siempre erigen causas y axiomas, sistemas de creencias y consuelos. Ansían la petrificación.  En la sustancia del rechazo a cualquier revés, en la negación a aceptar la adversidad, si quiera como punto de análisis, la demolición de la razón abre paso a la mentalidad animista y mitológica que  les atraviesa e invade. Es lo más impactante.
Como marxista que fui, le tengo que decir que los europeos ya hemos dejado de ser los más guapos, acreedores del mejor derecho, ahora ya somos  iguales a los demás de verdad, a los que monopolizan la industria textil en China  o la naval en Corea del Sur, producen  mucho más por 190 dólares y que no tienen estado social, el marco y el mercado son únicos y no hay manera de escapar. No pueden   asumirlo y parece que nadie fue marxista. ¿Se acuerdan de aquella colisión entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes, o tampoco?
Hay sectores y debates con los que no debo ni rozarme, no les conozco.

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