jueves, enero 31, 2013

La crítica doblemente literaria, el exministro y Bilbao

ELLOS/YO  ONTOGÉNESIS
Dar noticia con carácter previo de la llamada del ex-ministro a quien George  regaló mi libro: más no me he podido reír, ha sido desmesurado. Últimamente le había juzgado como sobredimensionado humorísticamente y repetido, pero me ha hecho reír como en un trance. Yo a él no. Que Rafa tiene garantizado el cielo por aguantarme
.
La hybris del etnos
De tener que   escoger 10 obras de la literatura mundial sería impensable que nadie de cierta cultura no eligiese por ejemplo tratados, ensayo, periodismo literario, incluso libros de viaje y estoy pensando en  dos sobre Venecia: de Paul Morand y Joseph Brodsky,( otro que como Nabokov  cambió de –mismo- idioma). O en Danubio de Claudio  Magris. Sin mentar a Bruce Chatwin y Luis Sepúlveda. O todos los de sus itinerancias por Soria, Alaska, Burgos,  Linares, un macizo de la Provenza  francesa que pintó Cezanne y demás lugares inhóspito -luminosos que frecuentó el inconmensurable, puestos en pie,  ¡Peter Handke!
¿Y si introdujéramos la reseña literaria? Cabría perfectamente. No recuerdo ahora una  que me fascinó.
Marcho a Bilbao, pero dejo apuntadas unas notas.
He recibido  un turbión de entradas estos días a cuenta de Línea líquida y las reseñas doblemente  literarias colgadas –que han hecho olvidar la indignación de  mi entorno por algo (muy inferior)  anterior que salió a relucir y que me han hecho sentirme un corderito, que decía mi madre –no por mí, conste, aunque ahora sí creo que lo hubiera dicho dada mi blandenguería en la respuesta- a quien voy a ver-; tantas entradas, seguramente,  como sólo una vez antes tuve, que fue  por la muerte de mi querido amigo y gran poeta: Ernesto Delgado.
Se podrían abrir muchos debates y uno sería el de la crítica y la función verdaderamente relevante que puede ejercer, como resultar absolutamente anodina por ramplona, singularmente cuando se agiganta en expresar, siempre en círculo,  vicisitudes  “angulosas”, circunstancias conjeturales,  hipótesis de campo, posibilidades de océano, de lo ya expresado y por ende a la vista. Una especie de lectura en alto, con afectación (si no resultaría aún peor).
Si la reseña no se ensambla y participa  del libro difícilmente  resultará literaria, esa es una condición. Lo demás puede ser divulgativo, o, perdón, propedéutico  en el mejor de los casos. O incluso teorético, nuevamente más perdón.
La reseña crítica puede ser resultar esencial, si al valor literario  le acompaña  elementos objetivizadores: características propias que no son evaluativas sino ciertas y cotejables. Sigo deslizándome suavemente por la pendiente de las insinuaciones,  para alumbrar un cómodo  escenario de consideraciones  generales, por si antes o después  alguien lo coge.
En el Royal Club he tenido la suerte de estar unas cuantas  veces, incluso sin ser expulsado a pesar de los  méritos realizados  a una edad ya inapropiada. Cuando estuve en edad juvenil apropiada, sí  fui expulsado de bastantes sitios. Bueno, no voy a contar barbaridades, que hasta yo mismo me las repruebo, bueno....  La vía regia para la expulsión, como los más avispados sabrán, es la provocación. Pero la provocación sólo es valiosa si es audaz y consciente, y sobre todo concita  riesgo. Era otra droga similar al alcohol, e iba con él y además en mi país de faunos y silenos.
Lo que quería decir –voy a dejar de vanagloriarme de marginal y outsider- es que además del Royal he frecuentado otros cobertizos y garitos, y diversa gente. Desde la aristocracia agraria y no agraria –muy someramente, la verdad- hasta todos los borrachines del pueblo de al lado del de veraneo, y un gitano que logré meter en mi cuadrilla, amigo mío, por poco tiempo. Alcancé cierto prestigio entre los calés de aquel pueblo, como entre los turcos de un hotel de Alemania en el que trabajé una pequeña temporada, tras desdeñar a los alemanes, aunque antes ellos me habían rechazado a mí, más o menos me expulsaron. Un mobbing horizontal. Luego intenté uno vertical de abajo a  arriba e inmediatamente me echaron, incluso de la habitación del hotel y de noche. Eso sí, no me cabían los marcos en los bolsillos.
Con este acervo, mi patrimonio social básicamente,  he estado y estoy en condiciones de debatir sobre arte y literatura con quien quiera, como hacía Trosky. Una vez uno, el más audaz, sostenía porque le convenía el ras, que toda obra dependía del gusto particular del agudo receptor. El avispadísimo catedrático autodesignado sin el más mínimo esfuerzo y preparación. Le había venido la posmodernidad y su radical relativismo de cine,  a modo de Deux ex machina: por fin iguales  y catedráticos todos. Como Bakunin: ardan las universidades.
Si hubiera leído a Kant habría invocado su Crítica del gusto, pero tampoco lo había leído, que disuelve cualquier criterio de validez de  evaluación en la mera subjetividad-no la trasciende-, en contra de lo que yo vengo insinuando desde arriba.
Pero al poco aparece Shiller que es quién introduce, de una manera más certera que Goethe y sus estudios sobre los colores de índole científico, el criterio de la posibilidad de  “objetivización” del arte, como la relación concordante entre forma y fondo. La naturalidad de la  forma en su adaptación al contenido. (De ahí, y no solo de ahí que la afectación sea el horror a abatir y nunca debatir). El ejemplo no es una línea sino un caballo fibroso frente al tosco percherón. Por qué uno es bello y el otro no.
Básicamente sobre lo que quería reflexionar es si la Línea suma objetividades y si estas tienen calado.  

1 comentario:

Pomal i Gross dijo...

Nos cala, nos cala ...