jueves, noviembre 15, 2012

14 de noviembre, el día en que triunfó el barroco español


En absoluto me parece mayor superstición creer  que el azote de un huracán o la destrucción de las  cosechas sea  debido a la ira  de un dios enojado (es un poquito más mágico y bonito), que pensar que una huelga general pueden terminar con los recortes y mantener el estado de bienestar. Diré más: hay mayor virtualidad causal y física desde el punto de vista de su comprensión  en cuanto al orden de las fuerzas extraordinarias de la naturaleza (la naturaleza cuántas veces asimilada  a divinidad) en  ello, que en que Rajoy pueda preservarnos  el estado “que tantos esfuerzos nos ha llevado alcanzar”. Personalmente no conozco creo que a casi nadie cuyo esfuerzo especifico haya contribuido a ello en una pequeña parte. Aunque acepto que me los presenten.
El discurso es felizmente sencillo. Teníamos un estado de bienestar  que los recortes  (los Djinn del islam) lo están desmantelando por culpa del gobierno.
He aquí el problema. Y cual sino la solución que  impedirlo y restaurarlo. Pero  ¿cómo?:   Con Otras políticas combinando con Hay soluciones y Hay culpables.
No se sabe cuales, pero si parece que “hay”  “otras”.  A mi me encantaría poder  salir al paso de  compromisos, deberes  o desafíos con esta cantinela,  pero intuyo que nadie  me las daría por  suficientes.
A las medidas y recortes más concretos, y casi carnales, se les opone una suerte de metafísica etérea, que saca a la calle a cientos de miles de hispanos. Llegado a este punto sabes que no cabe debatir la cuestión dentro de ningún marco de racionalidad. Va por otro lado, pertenece a otro orden ajeno por completo  a lo cognitivo y racional. De la razón y el entendimiento  quedamos pues apeados para la ocasión y la alternativa.
Si esto ya te resulta tan fascinante como otras muchas potencias irracionales que te subyugan, enseguida compruebas con cálida estupefacción el grado de abstracción (de “densidad” metafísica) tal logrado en ese gran sobrevuelo y huida de la realidad.
No creo que haya existido en la historia una crisis económica  de tal parangón que haya resultado tan desmenuzada con toda suerte de guarismos, diagramas, curvas de evolución, tan cuantificada, auditada, probada, de contabilidad pública, fehaciente,  en la que incluso el deudor tiene cuantificado el montante de su deuda, los intereses, la amortización, y conoce  al acreedor.
Las cuentas son tan claras como las cartas de los bancos. De hecho son cartas de bancos. Igual de minuciosos que inapelables.
Carece de todo interés hablar de la huelga el día después, lo realmente esplendoroso desde el punto de vista de la hermenéutica cultural  es pensar qué pueblo o raza es capaz de neutralizar la fuerza absoluta de los datos objetivos con los que es acosado, a base de indeterminaciones totales. Con vagancia, sin siquiera simulaciones, con anís y churros, con invocaciones que son jaculatorias: “Otras”  “hay”. 

El barroco español de nuevo, la pesada liturgia de la contrarreforma, el deslizamiento anarquista español a nuevas salvaciones y paraísos, la ósmosis  y pregnancia, los  vasos comunicantes, el izquierdismo por fuerza  anticlerical, hermano, desdoblado, la transición de los milenarismos  y mesianismos a las utopías, el desdén hidalgo por el trabajo y la laboriosidad, la prevención y resentimiento contra  los protagonistas  de avances mercantiles y la acumulación capitalista, el juicio severo siempre moral y moralista y tenebroso del pueblo (tan barroco ). Hay culpables en letra grande, hay soluciones en pequeña: pero ¿hay algo más español y barroco?

Si algún día falla España, siempre nos quedará Latinoamérica.

 

 

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