domingo, septiembre 09, 2012

Rafa inmola su barba talibán


Cuando he llegado de comprar la prensa: ABC, El País y el HOLA, me dicen “has tenido una llamada”. Era Rafa.

 

-          Si tú con tu barba dices que te has convertido en un progre -(¡por supuesto!)-, yo que me he cortado esta mañana  la barba tras 35 años, me he vuelto un facha. Me he sacado una foto - ignoraba que tuviera un  iphone,  tablete o whatsApp.
-          No hagas trampas y ahora no te la dejes crecer en Amsterdam, -donde va a pasar sus vacaciones de final de verano. Yo voy camino de parecerme a Abraham por  Hebrón, de carismático que luzco.
Una auténtica revolución: yo convertido a la estética fósil progre, y Rafa en facha. No sé que le dirán en la ciudad situada (y autositiada) en la cota de los 600 metros.  La ciudad autista, alcanfor, periclitada. La ciudad que añora OTAN NO,  GUERRA NO , PUERTO NO y NUNCA MAIS, aquellas apuestas fallidas por los días de sol y playa.
Ayer, los cosmopolitas,  tuvimos un tenderete o boncho -no sé si escribe así, me sale en rojo-, de índole popular en una marina, de lo que después hablaríamos  en el Parra con mi hermano que también vino… a comer queso. Llegamos muy tarde, empezaba a las 10 de la mañana y llegamos como a las 19:30, cuando quedaban básicamente los jóvenes. Antes se rindió culto a la natividad, como se infería de ver  arrinconadas  las guitarras usadas, ¡UFFF… de buena nos hemos librado! No quedaban cervezas pero me las procuraron. Mi hermano, feliz, porque tenía  fanta limón. Se hizo la noche al lado del mar y las jóvenes pusieron música verdadera, la única que me digno  escuchar, la los 40 principales, las canciones  que se oyen  en  la calle Ocean drive de Miami Beach o en la FM entre Baltimore y Washington, y  se pusieron  a bailar ardientes, y yo a mirar templado. El taca taca, Pitbull, Jennifer López… Sus parejas se abstrajeron sin más, como si jugaran Iniesta, Xavi, Iker y todos esos. Incomprensible.
Intentaba mantener una conversa en un crómlech de sillas plásticas que habíamos erigido formando un círculo blanco. Ellas, las que bailaban,  eran la mayoría de 1,70 cm y con piernas como los bordes más acantilados del Cañón de Colorado.
Una de vestido de rayas se contonea y la falda se le empieza a subir a los cielos, yo con la mirada enfebrecida de francotirador  le doy codazos a mi hermano.  Cuando la secuencia se torna más promisoria aparecen unos breves pantaloncitos. ¡Oh cielos, que contrariedad! No por ello me derrumbo, sino  que  sigo lúbrico en pos de más apariciones.
Lo nunca visto. Otra 1,70 se envuelve de Jennifer López y todo ella se torna delimitación arquitectura y animación. De súbito supino se levanta le vestido por delante y muestra  la braga al círculo de las de 1,70 cm  y público en general. ¡No puede ser!, ha de ser un malentendido visual, las fantasías se han adueñado de mis escasas neuronas y las han privado de cronología real. Pero lo vuele hacer. Ahora se sube la falda hasta el obligo mientras con la otra mano se acaricia todo el vientre en el sentido de  las agujas del reloj de una catedral.
 Ni que fuera internet.
Constato todo mi declive, ni rastro de paroxismo y locura, sino ataraxia epicúrea.


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