domingo, septiembre 23, 2012

Liberales peseteros


 Teníamos de lectura  a Hayeck tras la cena del Casino, cuyo interior no dejo de admirar todas las veces que voy. Cenamos arriba, donde los señores advocats  y mundo anexo celebran sus cambios de destino y encuentros. Tenemos una mesa redonda reservada. Me siento al lado del anfitrión y queda a mi derecha una dama de rojo con su esposo con el que hablo de Bilbao y la Rioja. Ella es la que se decanta por el  vino de Rioja,  le pregunto si es venezolana tras sus dos  primeras palabras y me contesta que mejicana. No doy crédito.
-¿Mejicana?- no quepo de gozo
- Sí, mejicana.
- Eres la tercera mejicana con la que hablo, aunque si computo mi vida entera serías la cuarta. Es el habla español que más me gusta con diferencia, y que más gracia me hace, no soporto oír hablar mexican sin sonreír, para mí es el habla  que tiene una escucha más facial.
Noto que voy ganando elocuencia, al final ya me empiezo a pone  un poco provocador y gracioso. Lo sé porque alguna se ríe. No he parado de hablar con la mejicana y su  marido. Cuando me doy cuenta ha terminado la cena sin fijarme en los rituales  de mi hermano.
-¿Qué has comido? – está en la otra punta.
-Lo de siempre.
-¿Has pedido que te recalentaran la carne?, es que no me he fijado cómo comías.
-No, no lo he pedido.
Hay que pagar. Los liberales son auténticos peseteros y lo camuflan como cuestión ideológica. El  vino lo pagan los que han bebido y  todo contabilizado. Encima son casi todos abstemios. Mientras uno pone 18 euros y el otro 24, yo lanzo un billete de 50 euros y  una  advertencia, a pesar de que hay gente que no conozco.
-Soy de Bilbao y no es de mi agrado  este episodio pesetero, no admito ninguna devolución, que nadie me devuelva nada que no lo pienso coger. -Pero… - Ni pero ni pera, yo pongo 50 euros y lo que  sobre de propina. Las mesas de al  lado me observaban como  un alborotador, pero el servicio percibe a un amigo. Que poco después lo demostrarían con toda la gentileza derrochada hacia mi persona. Vamos al salón noble que nos espera con todas las lámparas de mesa encendidas: soy el único que se provee de un gin tonic, estoy apunto de decirle a mi hermano que se pida otro para tenerlo de reserva.
Les digo a todos, nunca he estado a estas horas  con gente que no bebe, pero les da igual. He leído a Hayeck y lo demuestro. Acabo de leer en twitter que se dice que se lee pero no se hace.Un intelectual de la SER.
Comando a un grupúsculo a Los Reunidos. Está a reventar, hoy es mi día de camareros/as, me conocen todos, soy asiduo como del Parra. Hay actuación en directo, me dicen  las camareras que es un cumpleaños con más de 100 personas y luego la calle. Unas chicas subidas a las sillas al lado izquierda  cantan las canciones de  Hombres G, están alineadas, levantan los brazos, y mueven sus melenas mientras  corean las canciones. Es todo de una extraña y apacible belleza, se asemeja a una grandiosa  puesta de sol, de esas que suspenden el latir del corazón. Le  pido a mi hermano un Tía María y le pregunto: ¿tengo barba?  Me contesta: síííí.

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