lunes, agosto 20, 2012

La cena en la terraza

No era un ático de arquitectos del Paseo de Gracia de Barcelona, pero este es el mejor ejemplo que puedo poner. Ocurrió el sábado en una terraza del centro de la ciudad, que  permitía ver pasadas las  21 horas  a contraluz el último  resplandor del ocaso, tras el circo de montañas que medio rodea la ciudad por la zona terrestre. La cena estuvo en consonancia con la terraza y el ático. Una terraza romana, lisboeta o de arquitectos de Barcelona.
Tres días antes  mi hermano, todavía en Gijón, me dice por teléfono “¿hay planning el sábado o el  domingo?”
-Nosotros  sí, tú no.
- ¿Con quien?
-  Con S. la amiga de Rosa.
- ¿Y a mí no me ha invitado?
-Pues no.
- Me quedaré solo como un PERRRRRRO.
Al día siguiente un mensaje de S, que si quiero puede venir mi hermano. Le llamo a  Asturias, que puedes venir, no ha sido gestión mía, sino de motu propio.
De entrada, en la mesa de revista de decoración, hay  distintos quesos y jamón.  Mi hermano procede como si fuera su casa. Para disimular su voracidad de queso (un área gustativa especializada de su paladar infantil) pasa la bandeja con movimientos circenses de prestidigitador. Éste en una vuelta la va hacer desaparecer, evalúo. Y comienza a inocularse vino.
-          Sírvete cuando termines la copa, no es necesario que mantengas el nivel alto en la copa, como una suerte de reserva por si sobrevienen tiempos aciagos, porque en la botella hay más- le digo. Del salmón marinado  y las huevas evidentemente pasa, tras decir que el esperará   a la  carne que viene después. Me dice Rosita, “tú hermano esta bebiendo mucho vino”.
-          En cuanto beba 60 centilitros parará, ya verás.
-          ¿Es capaz de parar?, porque tú y yo somos incapaces un vez lanzados.
-          En cuanto se beba los 60 cl. pedirá coca cola o refrescos, tiene un paladar infantil, caprichoso como su proceder litúrgico.
Ocurre tal como ordena la liturgia de todos los pequeños actos: ¿no tendrás una coca cola? Se toma tres unidades como si tal cosa y se queda dormido.
-          ¡IN-VI-TA-DO, no  te puedes dormir!- le despierto.
Lo atribuye a que llegó el día anterior a las 3 de la madrugada al aeropuerto del sur, se imputa unas tres horas de demora de más y consiguiente cansancio.
Yo amenazo durante toda la noche con irme a casa a afeitarme la barba, ya que  todos me encuentran más viejo, lo que hace que mi coquetería se resienta. 

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