jueves, julio 05, 2012

El apetito colonial del “colonizado”

El presente como sombra del futuro: un  círculo imaginativo  vivo
Ayer pensé en acudir a un asunto en el TEA sobre colonialismo cultural o algo así, y cité a mi hermano,  hubiéramos  quedado  muy imprevistos, hubiera podido ser tal vez divertido, hasta que me sentí sumido en mi propio estupor. Mejor que el asunto atávico y absurdo, llamar  a Yael, que siempre ríe, y nos  fuimos los 3 a la Nokia. Nuevamente.
A la mañana  - a las 7:15 ya estaba laburando,   de tal forma y en sostenido ha caído brutal la semana desde el Tenis, como un alud- me comenta XY que Paulino River es insoportable, all  time speaking about el  precio del transporte, la distancia, la insularidad, el lloro, el cazo, el cepillo, el pedigüeñismo indecoroso…
-          Es tan  anómalo, que se trata de una suerte de colonialismo pasivo: el  sedicente colonizado lo que pretende es ser colonizado con mayor intensidad, a mayor escala, paternalismo, dependencia, sujeción…
-          Efectivamente, el colonialismo vocacional y pasivo.
Qué aquello del amo y el esclavo, la burguesía vendepatrias, Max Estrella y Valle  Inclán, el sainete y el satyricón... Paul River  y el nacionalismo como pulsión de sometimiento y subvención siempre.
Dos  o tres veces en mi vida he participado o he sido contagiado por lo que en un momento dado se mostró como el Espíritu de los tiempos. Por coincidir allí en el momento oportuno, que es cuando se anuncian los comienzos primigenios.
Tras el mayo del 68 y en el País Vasco pareció que se asistía a tiempos inaugurales, aquellos que con trompetas, laudes y timbales anunciaban recios un nuevo Comienzo. A tu lado se daban grandes debates, se estudiaba y  leía sin  parar, saberes no reglados y de mucho mayor impulso e incumbencia (incluso aprovechamiento), se conocían  teorías e ideas, y se elaboraban nuevas. Todo lo relativo a  la cuestión nacional y a todos los izquierdismos estaba cerca de ti, las más inauditas reflexiones, los planteamientos más críticos y novedosos, los tipos de toda ralea, tan curiosos como extremos, los vericuetos que conducirían a nuevos territorios modernos y rompientes,  alguien cada día sacaba o ponía de moda un teórico o pensador nuevo. Nada podía ser más estimulante para conocer,  convencer, saber/ poder (esto ya de Foucault, de regreso del psicoanálisis)…Desde esas atalayas la fruición poética y literaria  no eran más que exutorios, gimnasia  seráfica, jardín y té menta, entretenimiento, cesta de baloncesto en patio cerrado o fresas con nata. Sensibilidad, vaya. Era muy fácil y deslizante el descenso a esos prados amables y  benignos, abiertos quiméricos al solaz inocuo,  el trasvase en una sola dirección, ya que resultaba muy difícil pasar de la actitud poética, intuitiva y sonriente al continente de la crítica, la teoría, la reflexión  y el pensamiento, o a los grandes pulsos. Como me dijo un examigo bioquímico: “los de ciencias podemos   pasar a las letras cuando queramos, pero   el camino a la inversa es imposible”. De forma que el leve barniz de la cultura, su ornato vino  a ser, pasado el tiempo y por cierta proximidad, el ungüento aplicado a párpados,  con el que cegar inoportunas perspectivas.
Ayer a punto estuve de olvidar, que uno debe resignarse a ponderar las épocas doradas como  lo que realmente fueron: pasadas, y que seguramente hace tiempo que ha  transitado a espacios y épocas en los que, muy residual, no es más que, en el mejor de lo casos, una curiosidad, si llega, o vestigio de lo que a  los otros  les resulta incluso difícil imaginar. Oh tempus oh mores.

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