domingo, mayo 20, 2012

L a herrumbrosa izquierda de salón


El sábado en la Gran superficie  me encontré con un gran periodista y hablamos un rato. Luego con un profesor de una de las 95 o 128 universidades españolas de muy pujante  investigación  y  docencia de impresionantes resultados: OK. Hablamos de quedar para comer next week. Me dice, lleno de ira y en estado de rebelión y demanda de justicia: “en 200 días han acabado con todo”. He de suponer que Rajoy. Ni Lehman Brothers, ni la fecha fatídica 2008, ni burbuja, ni el estadista adolescente: el PP, la derecha extrema, según la acuñación reservada a los nuevos  signados de infamia.
Los odia, él  forma parte de ese núcleo, en este caso funcionarial, al que no se le conoce antecedentes políticos, ni izquierdismos, ni  cita a autores de pensamiento, aunque sí  muchos literatos  y que sin embargo ha pertenecido a la esfera del poder  político institucional, en tareas de asesoramiento y algún viaje ineludible.  La época /épica del apogeo político español, ahora analizado por  el mundo. Sí claro, de antes de los últimos 200 días.  Conozco a varios que desde el calor político institucional se han hecho antifascistas con 40 años de retraso, tras obviarlo en su cotidianidad:  pasaron el franquismo a la suave brisa del antifascismo interior. No les agradaba, cierto.  Luego  todos ellos se pasaron ¡qué casualidad! al poder oficial local. Ahora persiguen al franquismo –reinventado-  como si fueran del FRAP, y no imagino  porqué. Tal vez les faltó algo de juventud,  dedicados en cuerpo y alma  a su interior creativo y artístico.
No acabaron aquí los bríos de lucha. Estábamos comiendo bajo la casa de Nuestro Amado Líder, cuando alguien me agarra del hombro y me susurra inteligencia.
-Ahí están todos los del PP- como si fueran la Gestapo. Era la   gente de mediana edad que ocupaban  varias mesas, a los que  hacíamos congresistas “seguramente bancarios”, sin asociarlos con el PP.
-Han elegido a Soria, lo que  vamos  a tener que aguantar-  Como si fuera Adolf Hitler. Lo que vamos a tener que aguantar: a alguien que no gobierna en Canarias. Sic. Glub. Eran dos clases pasivas aún jóvenes, una, propietaria gratis de un artilugio carísimo, a pesar de estar en posesión de bienes materiales notorios, a buen recaudo, por supuesto.
Los del PP, aparentaban  soportar grandes deducciones de cuotas de la Seguridad Social y de Hacienda; de entrada –aunque en este país este tipo de pensamiento esté reservado a premios Nobel-,  primorosos  mantenedores objetivos del Estado del bienestar. Las dos jóvenes clases pasivas del Estado,  ni siquiera tienen la inteligencia de calibrar de dónde  podrá salir todo  el dinero que les mantiene en estado  de cómodo  sostenimiento. Incluida la  soleada hostelería sabatina. Las clases pasivas coincidían con el PP en el mismo local y menú, casually, pero las distanciaba la ética para variar. 
Con este tipo de gente no me callo, y salieron muy  rebotadas.
Dice  XY “Vaya país éste, dan por supuesto  que lo que  piensan es  previo, general y sagrado”.


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