martes, abril 10, 2012

Günther Grass e Israel, la espina

Alguien del que se prevé  vaya a utilizar una bomba nuclear- y se alerta sobre su extraordinario potencial y capacidad (previa y sobreentendida) criminal-  es casualmente un país del que se  sabe tiene bombas atómicas  y no las ha utilizado ni ha amenazado con utilizarlas nunca, incluso  bajo una  situación única de permanente acoso terrorista y hostigamiento armado durante toda su existencia como nación, que se ha abstenido de responder cuando   ha sido blanco de  misiles (cuyo contenido se desconocía, -1ª guerra del golfo-  si químico o bacteriológico, ya utilizadas por el agresor Sadam Husein),  que jamás ha hecho ostentación intimidatoria de ellas, que no se conocen siquiera sus pruebas ni resultados, que tampoco ha lanzado misiles de larga distancia en ninguna de sus guerras, ni ha respondido con cohetes aleatorios a la lluvia de ellos que padece con insoportable frecuencia.
Estos antecedentes son simplemente hechos objetivos, una  red encadenada de realidades y nexos causales perpetuados en el tiempo, que poseen un sentido y una  lógica unívoca: ni sometida a la amenaza cierta y renovada de desaparición física, suerte que ninguna otra nación  tiene reservada, Israel  ha hecho ademán o mueca de empleo de su armamento nuclear. Luego no cabe proyección o previsión de lo contrario a todas  las constantes.
Las prevenciones poetizadas de Günther Grass  carecen de cualquier soporte y engarce racional, lógico, empírico, histórico, cultural o lo que se quiera,  en la realidad de un Estado, ocupado en ser el gran astro de la innovación tecnológica mundial.
A qué podrá deberse esta lógica radicalmente invertida,  sobre qué impulsos anidará, cuáles podrían ser éstos  ¿El macro problema palestino quizá, ante el que Siria, Libia  o antes los Balcanes son suflés que se desmoronan solos?
¡Pero si Grass ni nombra Palestina! El amor a Palestina es un amor extraordinariamente paradójico,  de oportunidad,  un exutorio para instintos ancestrales que acechan en la oscuridad. Un análisis tan extraño que pasa por alto y menosprecia la realidad de los hechos que Irán ejecuta: amenazas plenamente creíbles, oficiales, públicas, ante la comunidad internacional, de ruptura radical de los presupuestos de coexistencia pacífica entre las naciones, ocultación sistemática de los instrumentos que den viabilidad a sus amenazas, pruebas balísticas ostentosas y desafiantes, en definitiva, las condiciones que han configurado históricamente el inicio de las guerras. Pero es solo Israel el que pone de los nervios, el que consigue  que la racionalidad, el análisis objetivo, y los hechos sean despreciados y abolidos, pero  es tan  sintomático, que asusta.
Los fabuladores, los poetas, afectos a lo imaginario y emocional, evidentemente no tienen porqué ser intelectuales imbuidos de conocimientos teóricos, amantes de la crítica,  y la argumentación racional. Pero aun así se acogen al estatuto de intelectuales, y se les supone afectos a la  templanza, la ponderación y la argumentación lógica, lo que no cabe ante los judíos y de ahí sus agudos chirridos.
Alemanes del nazismo y antes viejos estalinistas, Günther Grass y Saramago nos han llegado a mostrar la pervivencia de  impulsos  siempre  sedientos,  capaces de renegar de la racionalidad más elemental.

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