jueves, abril 26, 2012

Cáritas, la ayuda eficaz y callada


Hace días le hicieron una entrevista por televisión a Mercedes Milá –una progre, frente a la planimetría general de los de su condición,  con la amplitud de miras de ser ¡también! monárquica-, y al final   de la misma manifestó que  su importe iba íntegro a Cáritas.
De Cáritas ya había oído  hablar  mucho antes de que desatara la crisis, por su solvencia en las tareas de ayuda al prójimo que la definen. Una solidaridad efectiva, comprometida, callada, seria, digna de  encomio y admiración. Sin abajo firmantes, megafonía o  fotos de arrebatada pose dominical, ni más que  gratificantes fines colaterales: la consabida vindicación ética de uno mismo ante los demás.
Europa y en cabeza los progresistas han trasladado la solidaridad a los higiénicos y pulcros ordenadores de Hacienda, al Estado. El asistido o necesitado es  magnitud, guarismo, diagrama. Una solidaridad despersonalizada, sin cara ni mirada, aséptica, funcional, burocrática. Cuyo acto  más personalizado, elevado a  categoría ritual -siempre omitido el rostro del necesitado- ha sido  la alharaca, el exhibicionismo,   la estetización de la  PROPIA “actitud”.  No he conocido a más fantoches que a los “solidarios” de aspaviento y procesión. Ni los de ínfulas de dinero y preminencia son más enfáticos  y demostrativos. Con los que, para mi desgana, he de cruzarme, ni cuento las veces.
Acaeció que el Estado se desplomaba con heridas de muerte. Solo seguía en  pie Cáritas multiplicada, sin fotos (ahora tampoco) y  ni una sola demostración y menos estridencia, a lo suyo, al prójimo, al lenguaje del rostro y la mirada, y la ayuda directa, cálida y  viva.
Se suma otra  desgracia,  que es que   el Estado aséptico y deshumanizado se había construido en un país sin sociedad civil. Entre el Estado y los individuos aislados y disgregados -las condiciones objetivas para populismos totalitarios, que analizó Hannah Arendt- no se dan organizaciones cívicas y sociales, sino más estado, entes políticos enquistados en el Estado.
En el país de  pandereta, que entregaba anteayer como emirato cheques-regalo no hay   voluntariado ni cooperantes, ni filantropía, ni la humanidad de la solidaridad real con rostro.
Siguen confiando en la cirugía del Estado, con el que poder seguir eludiendo al Otro. Pero ahora ya no es suficiente.

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