martes, marzo 20, 2012

La línea de una novela


De Kooning
Hay críticos muy conspicuos que afirman categóricamente que la actual novela, en cuanto a sus posibilidades de expresión   y recepción más prístinas y prestigiosas, no se gestan ya  en formato de papel tradicional sino en las grandes series de televisión dedicadas a un público culto, moderno, avezado y protagonista de  su época. Las  grandes novelas están contenidas ahora en colecciones de magníficas series de TV.
Sin ser  seguidor de ellas  resulta fácil aceptar  esa idea.
A esto hay que unir el uso masivo de  múltiples medios digitales y sus infinitas posibilidades creativas,  expresivas, narrativas y comunicativas. Ese es nuestro mundo real, interactivo, denso, policéntrico,  poliédrico… los  nuevos  márgenes para vivir y entender el mundo.
Unas 300 páginas que tienen como “matriz” un blog,  aunque  sin una sola fecha y sin un solo capítulo, que por fuerza han de leerse de seguido, por lo que es preciso tensar  el nervio  para no atragantarse o atorarse, en las que no caben  distracciones, porque puede decaer el interés. Pero sí episodios sorprendentes cuando lo esquivo es localizado, lo ordinario esmaltado y lo angulado afilado,  además de ráfagas de literatura perseguida y alcanzada.
Es una novela  o una narración con un principio y un final, pero  por supuesto no como la entendemos en cuanto a planos, pesos y medidas de índole gremial.
Son y (no son) unas memorias, si unas memorias pueden abarcar en torno a tres años seccionados, sin padres ni demás ascendientes ni hórridas etapas vitales, al contrario, mera  honrosa y risueña pre vejez. Luego tampoco son memorias, Y menos si el escritor es un tipo mundano, algo bohemio, incluso que puede llegar a ser divertido. No  el sujeto memorialista clásico, ni ésa su actitud. Tampoco evidentemente ha hecho nada para poder abarcar ese género tan senatorial.
En la novela se entreveran para negarse el  diario,  blog,  memorias,  libros de viajes (parece que siempre se estuviera viajando), arremetidas circunstanciales de un noctívago y bailarín, analista y partidista, delirios, humor, diatribas... Se ofrece una galería de personajes   de la ciudad que rodean al autor en su vida –con más frecuencia de la que creía-  y un culto a  la noche en torno a dos o tres locales,  diálogos inagotables entre  variados desatinos. Los personajes necesitaban un director que los supiera guiar hasta asombrar, dada su extraordinaria fuerza y empuje. El  autor director ha debido contenerles. Todos existen, aunque no lo parezca y los hechos todos, los han protagonizado. La realidad siempre supera a la ficción ¡cuán cierto!
No creo en las historias narradas –a la inmensa mayoría no solo les falta duende, sino también guitarras-- sino en la narratividad, tanto del mundo como de la vida.
Me quejaba de mi vida, y he descubierto que casi no existe la realidad como tal en ella.

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