domingo, julio 10, 2011

5 cm y el ensayo de un dadaista histórico






En la cota de 600 metros se encontraba estacionario el microclima otoño, cuando un poco más abajo, debido  a la biomasa- diversidad (no sé si atino) se estaba en el microclima verano, de maravilla. Iba vestido conforme  al microclima verano, por lo que al verme  en Hamburgo o en Minks fuera de temporada me he sentido   bastante más viril que de ordinario. Me he puesto a sacar pecho como si fuera un griego que se impone a las vicisitudes externas que pretenden minar su determinación.
Nada más irrumpir en la librería  he preguntado por Iñaki (un antiguo griego)  como hago siempre, que hace un par de semanas que no se le ve. En la zona de prosa había un presunto literato que no hacía sino realizar trayectorias compulsivas como un tornado absurdo. Era tan vago y comodón que para fisgar en los estantes de abajo se ha sentado en una miniescalera, como un niño enmadrado y caprichoso. He desaparecido de escena para no tener un encontronazo con él, no sin antes adquirir literatura de hoy. No que se haga hoy (hoy se pueden hacer catedrales góticas), sino que refleje y se engaste en las problemáticas estéticas, existenciales, culturales, morales… contemporáneas. Lo que al parecer nadie entiende. El libro no sé ahora ni de quién es (y no me pienso levantar para poder nombrarlo), solo que es de un francés y es estrecho, ni medio centímetro. Los que me gustan
El diálogo
Luego me he dirigido a por mis libros sobre el Sáhara.
-No tienes ninguno-
- Cómo que no tengo ninguno, si te encargué al menos uno. Otro que no me trajiste,  ya lo he conseguido, lo sepas.
- Pues no, no tienes ninguno.
- Pues no importa,  iré a Agapea (donde no sumo descuentos) que allí sí te los traen.
Me he desplazado raudo a los dos lugares donde hay libros del Sáhara. Cada vez hay más libros del Sáhara, debe ser gracias a mí. Los tenía todos.
La recompra
Como había ido a por libros del Sáhara no pensaba de ninguna manera marcharme sin alguno de esos libros, aunque los tuviera todos. Estaba la 7 ª edición del libro de Tomás Bárbulo. Alguna vez había dudado en comprármelo, ya que tengo la 3ª edición y quinta impresión. Pues con todo, lo he comprado. Así podría subrayarlo como si fuera uno no leído.
El libro es  idéntico al anterior como en un 98% o más: probablemente sacó la edición para meter un  poco a Aminatou Haidar. Pero me ha sentado bien, porque de un solo abordaje he deglutido 140 páginas,  y le he pillado algún error.
El total de libros adquiridos ha sido 5 cm.  El de Sáhara: 2,1, (el 0,1 será lo de  Haidar); los mido con  todo el rigor nada más llegar a casa. Solo  los libros del Sáhara y acompañantes. Lo primero que hago. Como el pescado fresco a la nevera.
Cómo un dadaísta a ensayista…
He comprado un ensayo sobre la  cultura alemana de Hugo Ball, dadaista de primera hora y cofundador del legendario Cabaret Voltaire de Zurich, que una noche lo estuve buscando como un  poseso, presa de ingenuidad y entusiasmo parejos, -y por fin hoy lo he encontrado en internet-, y donde, si no recuerdo mal, Tristan Tzara jugaba al ajedrez con Lenin,  mientras  éste esperaba para dirigirse (gracias al ejército alemán) a la estación de Finlandia  de Leningrado para hacer la Revolución y de aperitivo cepillarse a toda la familia imperial rusa empezando por los niños y bebés. Lo que le permitió a Stalin  tomar algunos apuntes al natural, como un impresionista au plein air.
 El interrogante sobre Hugo Ball debe ser el que sigue:   cómo puede un dadaísta hacer un ensayo de crítica histórica y cultural   sobre la  intelligentsia alemana, Crítica de la Inteligencia alemana se llama. Lo compré porque al hojearlo leí nombres como Lutero, Müntzer, Melanchthon, Heine y un capitulo IV que dice “La conspiración judío- alemana para conseguir la destrucción  de la moral”, tal cual, no lo he podido resistir. Que reverbero nietzscheano. Ball era un católico de Munich que murió acogido en un monasterio.
Pocas cosas me atraen tanto como el judaísmo alemán o la fuerte impregnación recíproca, compartida que tienen los conceptos de pueblo alemán y pueblo judío, que no son conceptos sino sentimiento, creencia, emoción, weltanschaung. Sobre lo que escribí en el libro Togas y Letras.

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