domingo, mayo 08, 2011

Más de 100.000 entradas al blog


New Museum, Nueva York

Este turbión de entradas se ha producido en algo menos de tres años. Mi dependencia del blog se mantiene. De algo hay que ser dependiente y vicioso (yo por lo menos sí), descontando por supuesto la cerveza. El mundo bloguero me parece interesante a pesar de que entre en muy pocos, y deletéreo el de facebook. Que un blog de estas características registre tantas entradas resulta hasta desconcertante. Mucho más teniendo en cuenta que  paso todo el día zahiriendo a alguien a cuenta de sus ideas o acciones. Lo lógico sería que tuviera sectores a priori imposibles o descolgados. Pues nada, resulto inocuo, lo que debería entenderse,  si tuviera un poco más de orgullo, como una humillación. Desde luego no soy el equivalente a escala individual de EE.UU.

  La nueva izquierda americana
  Ayer en la cota de los 600 metros no estaban los libros  del Sáhara que tenía encargados y pedí uno que me enseñó Kamenev, que me pareció una joya. Uno de los que compré son las memorias de Luis Racionero, que supongo será  uno de los grandes  testimonios de la contracultura norteamericana, ya que vivió en Berkeley aquellos finales de los sesenta inmerso en el esplendor promisorio de aquella eclosión de fenómenos políticos, sociales y culturales. Cuántos nombre no oídos en años: Alan Watts, Krisnamurti, New Age, Abbie Hoffman, Boby Seale… además  de los  Leary,  Corso o Snyder.
Curiosamente se me aparece este gurú de la cultura psicodélica al día siguiente que yo reseñara las aportaciones norteamericanas en el blog, y fuera contestado y respondiera. Racionero trae también nombres políticos como New Left, el mítico SDS, el YIP, nombres legendarios. Como diría él, citando a  Jung: sincronicidad. Lo que reseñé al paso indignado por el antiamericansimo fóbico, queda confirmado.

 En los escarpes donde habitan las últimas hornadas de la burguesía criolla y ganadera
Ayer fuimos   a cenar y a hablar del viaje en una de las casas que vivaquean en los escarpes del norte de la ciudad. Había una invitada que había vivido  en San Francisco, donde Fer pasó un verano y después su hija y yo llegaba leído de Luis Racionero y en su día de la revista Triunfo.
-          Tenemos que ir a Baltimore, que lo tenemos al lado (de Washington)  y que tiene en su haber un índice de criminalidad fabuloso- comento.
-          Sí, sí, el mayor de Estados Unidos, tenemos que ir- responde Fer con alborozo e incluso iluminación.
En lo que a mi toca, tengo una deuda sentimental con Baltimore.  A los  19 y 20 años, los amigos que veraneábamos en un pueblo de la costa vasca, estábamos más que familiarizados con los bares del pueblo pesquero de al lado, y cuando irrumpíamos en él incluíamos en nuestra cuadrilla vascongada  a varios “populares” alcohólicos de ese pueblo. Viejos pescadores o un albañil joven que acabó de inquilino del célebre psiquiátrico local. El mejor –un amigo le invitó a su boda años después – era Faustino.  Faustino La Serna era el rey de los bares, de  simpatía extraordinaria, perenes risotadas,  buen rollo,  alcoholismo militante, sus canciones y los bailes en torno a las máquinas de discos, hizo  que le tuviéramos verdadero cariño, que él agradecía.
Una de las canciones tabernarias de Faustino decía así “vaya carril el de la vía 28, horas después en Baltimore estaré”. (Me hallo en ese trance casi).Esta canción y otras eran nuestras claves en llamadas telefónicas, apariciones inesperadas, al encontrarnos o despedirnos, y años más tarde en cenas en vacaciones en el pueblo de veraneo, ya treintañeros y cuarentones, siempre cantábamos sus canciones. Faustino murió hace muchísimos años.
Nuestra cuadrilla desapareció por ley natural,  pero también la amistad  por razones políticas directa e indirectamente. Curiosamente se invirtieron todas las posiciones y decidí no volver más a ese pueblo  en vacaciones. Si me leyeran ahora,  se enternecerían, Faustino llegó a ser para algunos de nosotros una referencia enorme.
Faustino representó mucho para quienes  estábamos sobrados de energía y de  ganas infinitas  de diversión, extralimitación, hedonismo, provocación, afecto…  Un icono, tótem, mascota…
Ya sé qué pequeño homenaje te rendiré en Baltimore,  ahora, solo, me emociono, Faustino.


No hay comentarios: