sábado, abril 09, 2011

No llego a detestar la literatura

Si no fuera porque tengo cierto contacto con el mundo concreto de la literatura y escucho cosas, no escribiría ni una línea sobre este asunto.
Hay peripecias vitales que son epocales, de cada momento, contemporáneas a uno. Hay un hombre de época. El hombre de hoy perplejo, vulnerable, privado de máscaras, sin heroísmo ni grandeza, superviviente, anodino, descreído, sin éxito, solo, transitorio, es el sujeto de su mero acontecer, interno y externo. Su centralidad es su periferia: la ansiedad profunda de un descentrado. El Yo está deshilachado, discontinúo parpadea… el Super Yo tumbado, y ambos se requieren mutuamente.
No sé qué cuestiones atosigaban al lector de epopeyas, ni al de caballerías, ni al del amor cortés, ni al de las historias folletinescas que publicaban los periódicos del finales del XIX y que hoy se exaltan como plantillas y modelos sobre los que proyectar un buen aprovechamiento de lo ya caduco y rituario. En la era artesanal todo es sopor, molicie, reproducción, apaciguamiento, ejercicio, técnicas envasadas, planos desgastados, formularios sobre lo que sobrevuela alto y denso como una nube negra  la retórica sin significación. Palabras que nada significan –absolutamente nada o, si con estuche policromo, alguna gran nimiedad- pero se pretenden con hondura.
Ocurre que hace dos días empecé y ayer terminé la  novela  Adiós de Patrice Lelorain, sobre el devenir de las enfermedades de su padre. El autor procede del cine y del periodismo. Son experiencias de la vida de gente muy incardinada en su tiempo, como lo estuvieron con el suyo los novelistas de distintas épocas, en un orden de ensoñaciones, coartadas vitales, circunstancias que el actual ser humano  ha de afrontar con lucidez y estilo. Surge una literatura nueva, la más valiosa, la auténtica, la que nos aporta lo más decisivo: poder incorporarnos a la experiencia humana profunda de nuestro tiempo, al conectar con su particular experiencia estética, moral y una cosmovisión distinta. La creatividad y expresión que huyen de lo artesanal, que es transtemporal y rígido, para poder estar en su tiempo, que es el nuestro.
Esta literatura nueva, que rompe con el manierismo y lo artesanal, con los "genéricos" que se expanden por los campos más alejados, tiene más nombres: George Perec, Christian Bobin…

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