domingo, febrero 13, 2011

SEX-A-GENARIO

Entre muy buenas y antiguas compañías. Hace un  año, la librera, el sex-a-genario y Juan Ignacio Royo Iranzo-
Hoy 13 de febrero cumplo 60 años, una magnífica edad atalaya. No sé si es un ascenso o una caída de la que arrepentirme. He transitado de la juventud hasta el momento presente sin apenas desprenderme de los equipamientos y bagajes de aquella. Lo justo no más. Se trataría por tanto de una vejez, que inicio hoy ya de manera oficial, sobrevenida. Para algunos es posible que ocurra de esta forma un tanto deux ex machina, que sería como me ha ocurrido a mí, pero no para otros que intentan abreviar la juventud al máximo.
Hasta este cumpleaños siempre me había sentido cómodo cumpliendo años y pasando décadas. Tal vez fuera por hartazgo de lo anterior, pero esta vez no. Los ¡sesenta! Pero de inmediato me redimo. Sesenta es el mismo número de la década de mi adolescencia, la mejor para haber sido adolescente. No tuvo precio, todo refulgía, rielaban las olas en verano con música que nos llegaba directamente desde Londres. Había tantos ambientes donde elegir como nuevas religiones. Había de todo, (realmente el franquismo fue muy providente, digan lo que digan los oscurantistas necios): hippys, situacionistas, nacionalistas, troskistas, terroristas incipientes y algo omisivos, maoístas, comunistas revisionistas, ye-yés, guatequeros fumadores, músicos, concierteros, cinéfilos… una gran superficie de ensoñaciones y realidades. A mí me pasaba que a veces no sabía si estaba en París, Bilbao o San Francisco (la ciudad, no la calle de Bilbao). O Vietnam, donde me hubiera gustado estar, según épocas, en cualquiera de los dos bandos. Bueno, esto ya lo escribí en el diario del abogado mundano, pero viene a cuento.
Soy de los que cree en un ethos generacional. Aparte de las compañías que nos procuramos en la vida, hay una que está de facto, al lado siempre y es la generación de pertenencia. El decurso de nuestra vida está imbuido, atravesado por nuestra generación. El tiempo de vida es compartido con la propia generación y nuestra “época” es la de la adolescencia y juventud. Los sesenta y setenta, aunque yo cogí algo más por voracidad y compulsiones emparentadas que siempre me han aquejado.
Como fanático del principio del placer (Freud los llamaba adictos) y de cualquier deseo o ensoñación que pudiera desvirtuar la realidad hasta aniquilarla, me tiré hasta los 50 esperando una iluminación interior que me desvelara la gran vocación a la que estaba destinado a consagrarme (tenía ese apetito sacerdotal) a efectos de liquidar la realidad, rutina, prosaísmo, estupidez y grisura.
Aquel año ocurrió otro hecho simbólico, salió un libro mío sobre estética y arte vasco y aventuras de uno y me sentí completamente reconciliado conmigo mismo: alguien de mi generación, en este caso la vasca. Ocurría que mi panteón de grandes héroes en los que mirarme, que no eran ni los clásicos ni ningún maestro que hubiera tenido –he andado un tanto escaso de modelos, aunque no sé si se me nota mucho-, lo componían la gente de mi generación. Por supuesto los miembros destacados, evolutivos y abiertos al mundo y la vida, no la vieja y trasnochada (de espíritu tumefacto) quincallería progre.
Por otro lado, no tendría vocación (después descubriría que salvo los más locos o cuerdos, nadie la tiene) pero si había tenido pasiones.
Veo las generaciones que me preceden, que parecen nacidos posmodernos como si fuera algo de cuna y a veces me horrorizan. Parecen generaciones de chinos saludables, unísonos y gimnásticos, siempre haciendo gala de pacifistas –para mi desgracia mi cumpleaños me coincide este año con la gala del No a la guerra farandulero y goyesco- ecologistas, feministas, keynesianos (el economista de la globalización y el ¡futuro!, ¡vivir para ver!), pro gays- figuras sagradas del nuevo culto, pro diversitat, pro fórum, antiamericanos como marca de la gran barrera de altura ética (con el fugaz aturdimiento Obama, visto mesías), solidarios, éticos, de pública moral intachable, repetidores corales de las ideas de prestigio..,. la ciudadanía holograma compuesta de feligreses minuciosos y completos. Nunca, jamás chocan con nada ni con nadie, nunca arriesgan absolutamente nada, lo que no deja de ser curioso y espectacular para lo combativos que son, no callan, son muy astutos, se procuran los enemigos, si en esta país, que estén completamente derrotados en sus ambientes y siempre estando en mayoría, o si no muy lejos. No a la guerra en Barcelona no es lo mismo que en Kansas City
Hay algo importante de mi generación; la pasión crítica, que diría Octavio Paz. Al final ha sido un sello muy importante en mi vida.
Seguiremos oponiendo la razón y el libre pensamiento a los pudibundos estetas de lo raído y kitsch y contra las miasmas de lo correcto y hegemónico.


Gracias a Granada, Cádiz, al Herreño, los tóxicos en su conjunto, mi hermano, el viejo Reyno de Navarra, Vascongadas por las felicitaciones

5 comentarios:

Jesús Castellano dijo...

que sean muchos más y gratamente llevados, viejo.

campanilla dijo...

Felices 60, que cumplas muchos mas y que nosotros los veamos. Y que no falte el "sex" que eso da vidaaaa, jajaja. Un beso grande, ZORIONAK.

campanilla dijo...

Felices 60, que cumplas muchos mas y nosotros los veamos. Y que no falte el "sex" sexagenario, que eso da vidaaa, jajaja. ZORIONAK.

josep antoni pomal i gross dijo...

Feliz cumpleaños, y que cumplas muchos más

Anónimo dijo...

Feliz cumpleaños.

Salu2,
EDH.