sábado, enero 08, 2011

El título del libro del Sr. Ramírez

Asistir a la sucesión de experiencias, conocimientos, frustraciones, perplejidades, reflexiones, cabreos que depara la vida y mantenerte mineralizado en las mismas posiciones, actitudes, ideas y cosmovisiones durante toda ella, me parece un asunto humano excepcional. No así zoológico, en donde es más  frecuente. Existe, a lo que se ve, un cuajo granítico sustraído a erosiones, descomposiciones o mero envejecimiento que anida en la psique humana, más relacionado con el reino mineral (pura cristalización) que incluso con el botánico.



Los escolásticos de las ideas, a esas características geológicas de la personalidad, la llaman fidelidad a unas ideas o compromiso, así de livianas se tornan las cadenas ideológicas con un par de palabras biensonantes. La sociedad devino laica porque el impulso religioso se invistió en otras verdades igual o más rígidas que las abandonadas.


Excuso decir que podría escribir de todo lo que me viniera en gana, pero para el caso del nacionalismo me encuentro especialmente legitimado desde siempre. Lo conozco muy bien, pero en serio. El nacionalismo es una ideología transida de religiosidad, pero una ideología, luego es desde las ideas desde donde debiera debatirse. No así desde el lirismo y sus cromatismos, campo en el que se trata de hacer sólido (pastoso) los gases más inertes.


El título del libro es un título sobre la muerte. Nadie ha logrado jamás una metáfora tan exacta sobre el nacionalismo que el de la muerte.  No tengo la menor duda de que para el Sr Ramírez no existe la mínima diferencia entre patriotismo y nacionalismo. El nacionalismo no busca complicaciones teóricas, es llano, es plano. Todo lo contrario a una raíz cuadrada. La patria es raíz y destino, nos dice en su título. Esta simplicidad con pretensiones de axioma lo será para alguno, jamás para el ciudadano adulto y equilibrado capaz de fijarse sus propios fines en su vida, de manera autónoma.


Mis raíces tienen en mi vida la importancia que yo a lo largo de ella, y conforme a sucesivos avatares e intereses vitales, he querido darles. No fueron lo mismo cuando con 9 años aprendía bailes folclóricos (pura resistencia), a cuando descubrimos el marxismo y el nacionalismo radical, o a cuando, a base de lecturas, experiencias y reflexiones, comprobamos la cadena en muy corto con que el nacionalismo pretendía atar al Pueblo-¡Oh, Pueblo! Los nacionalistas con una arrogancia fuera de todo límite osan representar a pueblos/ente, tras indiferenciarnos a sus componentes, a quienes, es justo decirlo, nunca les hemos reconocido demasiada autoridad.


Mis raíces, puestos en el tema, que  probablemente sean más homogéneas y fiables –algo absolutamente fútil por otro lado- que las del Sr Ramírez, las gestiono yo solo y a mi gusto. Mis raíces, las que yo decida reconocer no son asunto público y aún menos graduables por monistas obsesionados por ese tema, ya que son vivencias que a mí solo conciernen, luego fuera de los voluntarios que se declaran conciencia lúcida, ¡oh, conciencia DESPIERTA!, algo que no merece más comentarios. Nadie, bajo ningún concepto puede inmiscuirse en la forma que yo sienta o valore “mis raíces”, mis imágenes, mis emociones, afectos, recuerdos, experiencias…


Vincular las raíces con el destino, es una arenga a favor de la muerte que no se puede tolerar. Si las raíces no predeterminan ni nos niegan la libertad de elección, experiencia, vida, el destino no es tampoco algo predeterminado por la necesidad, mucho menos el destino que nos labramos y forjamos o sucumbimos ante él, pero en ningún caso el que uno se autodesigne a lo sumo para sí mismo. Concebir que en las raíces está el destino es el mayor alegato contra la libertad y a la vez el mayor canto a la muerte, la ciega necesidad, el mundo inanimado, que pueda oírse. La vida como proyecto de retorno al útero: thanatos. Frente a Eros, evidentemente.

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